El amor menos pensado

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Con reminiscencias de El mismo amor, la misma lluvia (1999, Juan José Campanella), el debut de Juan Vera en la realización se vale de una historia escrita en dupla junto a Daniel Cúparo, responsables de Dos + dos (Diego Kaplan, 2012). Ricardo Darín, en la secuencia inicial del film, rompe la barrera y se dirige a nosotros, espectadores del otro, para contarnos cuál fue el motivo de su crisis matrimonial, valiéndose de una metáfora sobre la novela de Herman Mellville, Moby Dick, a la que ofrece guiños durante todo el film.

La premisa sirve para reflexionar acerca de las distintas formas que adquiere el amor en pareja a través de las diferentes etapas de la vida y la necesidad de sentirse pares cuando la sensación de plenitud al lado del ser amado adquiere otros matices propios del paso del tiempo. Marcos y Anason un matrimonio que lleva 25 años de casados. Él es un profesor de Letras, ella una experta en Marketing. El hijo de ambos, Luciano, se va a estudiar a España, y el nido vacío desnuda las debilidades de una pareja que parece tener poco en común. Intentando cuestionar el mandato social establecido en la convivencia cuando la pasión empieza a consumirse. Entonces, deciden separarse.

Con el acertado timing para generar pasajes de diálogos que arrancan genuinas carcajadas, El amor menos pensado potencia un efectivo ejercicio para reflexionar sobre el rol que juegan las relaciones de amistad para la pareja, como espejo de las miserias, complicidades e hipocresías que condimentan un vínculo con el paso de los años.

Una vez distanciados, la búsqueda se propone experiencias excéntricas, entendidas como un modo más lúdico y aventurero de mirar el amor: encuentros de Tinder fallidos y prácticas tántricas de lo más desopilantes. Sin caer en estereotipos, sus autores profundizan en el desenamoramiento y sus consecuencias emocionales, explorando la renovación de retos que presenta la paternidad cuando los hijos crecen.

La dupla protagónica funciona como paradigma ideal del típico matrimonio de clase media: viven bien, viajan a menudo y consumen arte. Mercedes Morán, luce fantástica en la piel de una mujer angustiada por una sensación de vacío, proclive a la depresión y acompañada de un replanteo acerca de cómo comenzar de nuevo y elegir el nuevo compañero ideal. Ricardo Darín, consigue hacer reír y emocionar en dosis idénticas, componiendo otro entrañable seductor.

Una impecable galería de intérpretes como Juan Minujín, Claudia Fontán, Luis Rubio, Jean Pierre Noher, Andrea Pietra, Norman Briski y Claudia Lapacó nutren el elenco de un film sin puntos débiles. Valiéndose de ellos, el film arroja un cúmulo de pasajes memorables con ingeniosos diálogos que dan paso a entretenidas situaciones en tono de tragi-comedia.

Apoyado en su estelar dupla interpretativa y detallando con realismo los conflictos propios de la edad, la historia genera interrogantes acerca del nuevo sentido de la etapa de madurez del matrimonio. El reencuentro posterior como feliz aceptación mutua ratifica el mensaje que deja la película, inherente a las contradicciones de todo ser humano.