El amor dura tres años

Crítica de Laura Osti - El Litoral

El indiscreto encanto del perdedor

Marc Marronnier (Gaspard Proust) es un joven crítico literario. Vive en París y atraviesa por un momento difícil. Anda por los treinta años y tiene que afrontar su divorcio. Luego de un intenso romance que culminó en casamiento con su amada Anne, al cabo de tres años, la separación ha sido inevitable.

Frustrado, dolorido, Marc cae en un profundo pozo depresivo y quiere terminar con su vida, pero como suicida tampoco resulta exitoso. Entonces decide escribir una novela autobiográfica, aunque con nombre ficticio, para exorcizar el dolor y elaborar el duelo.

Presenta el manuscrito en varias editoriales que lo rechazan categóricamente con juicios lapidarios. Sin embargo, desde una ignota empresa del rubro, le llega una propuesta favorable y le publican el libro, que Marc firma con un seudónimo.

Mientras su editora (Valérie Lemercier) se encarga de promocionar la publicación, que se llama precisamente “El amor dura tres años”, el joven sigue su vida tratando de sobrellevar la soledad y el desencanto.

Alterna reuniones sociales con sus amigos Jean-Georges (el rapero Joey Starr) y Pierre (Jonathan Lambert), con quienes comparte sus tribulaciones con respecto a las mujeres. El amor es el tema recurrente en sus conversaciones y mientras uno confiesa no haberlo experimentado nunca, otro se atreve a jugarse en una relación, en tanto que Marc se siente incomprendido por el primero y trata de desalentar al segundo.

En esas circunstancias, asiste al responso y sepelio de una de sus abuelas. Allí se encuentra con sus padres, que están separados desde que él tenía (precisamente) tres años. A la ceremonia también concurren otros parientes, entre ellos, un primo que está casado con una mujer bellísima, Alice (Louise Bourgoin), y el flechazo que sufren ambos es arrollador.

A partir de ese encuentro, la vida de Marc empezará a transitar por caminos sinuosos y complicados. Se confiesa enamorado de la mujer de su primo y hace todo lo posible por seducirla. El sentimiento lo sumerge en una ansiedad compleja que le ayuda a olvidar su dolor por el fracaso matrimonial.

El relato abunda en situaciones tragicómicas, haciendo un uso un poco excesivo de la paradoja, la ironía, el sarcasmo y una tierna frescura, tan del gusto de los franceses. Y también, teniendo en cuenta de que se trata de un personaje familiarizado con la literatura, el guión recurre a varias citas en un pot pourri que puede pasar de Bukowski a Shakespeare sin hesitar.

También hay alusiones entre críticas y nostálgicas a algunas glorias del cine y a ciertos prejuicios ideológicos que marcaron el pensamiento de las generaciones de sus padres. Un acervo cultural que forma parte de su patrimonio, aunque no sabe muy bien qué hacer con eso. Marc explota su condición de perdedor, refugiándose en un racionalismo cínico que pasa factura a diestra y siniestra.

La película está basada en la novela de Frédéric Beigbeder, quien participa en la redacción del guión. Consta de tres capítulos (el número tres es una clave recurrente) y si bien toma el tema del amor como eje, salpica un poco sobre cada uno de los tópicos más significativos del mundillo cultural francés, siempre con una mirada socarrona, entre escéptica y desilusionada, y mezclando frecuentemente la realidad con las más disparatadas (aunque comunes) fantasías.

“El amor dura tres años” es la opera prima de Frédéric Beigbeder y muestra muchas de las debilidades propias de un principiante, por momentos peca de ambiciosa y por momentos se regodea en un masoquismo de cliché.