El amor dura tres años

Crítica de José Tripodero - A Sala Llena

Un poco de tedio francés

“El amor dura tres años”, dice el protagonista, un crítico literario que da una imagen bastante creíble de un perdedor nato. Ese patetismo que muchos llevan con orgullo y del que hacen un culto, y que a veces funciona como una característica seductora para con las mujeres, es lo que convierte a este crítico en un escritor de best sellers. Su libro, que lleva el título del film, plantea una tesis -al menos lo intenta- que postula que el amor tiene un tiempo límite. Esa impresión, que podría ser producto de la calentura por el final de su matrimonio, se amplifica y provoca que la historia pierda de vista la tesis inicial. El pobre diablo en simultáneo -además de alcanzar el éxito con su debut- se enamora de una chica que odia la novela por misógina, aunque desconoce que él es el autor porque está publicada bajo un seudónimo.

Que el protagonista rompa la cuarta pared en la primera década del siglo XXI en una búsqueda patética -como su forma de ser- de complicidad con el espectador, que sus amigos sean igual de salames que él, que cada acción iniciada tenga la etiqueta de “fracaso”, que los chistes atrasen varias décadas, que la química entre chico-chica no funcione ni de casualidad, que el protagonista -además de todo lo mencionado- juegue el rol de “pobrecito yo, cómo me apalean las mujeres con su locura” a lo Adrián Suar en Un Novio para Mi Mujer, que las actuaciones -a excepción de Valérie Lemercier- sean terribles, entre otros yerros, hacen que una premisa tan simple se transforme en un tedio insufrible. Si en una comedia, que se cree canchera desde la idea del amor en términos materiales y limitados en el tiempo, disfrutamos de los pifies del protagonista y además queremos que le vaya mal, es que algo funciona a contracorriente de lo intencionado por el director...