El amor de Tony

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Historia sencilla que emociona limpiamente

He aquí un sencillo y finalmente sentido acercamiento a la posible relación entre una joven huraña, ex presidiaria que intenta recuperar la custodia de su hijo, y un pescador que vive al cuidado de su madre viuda. Gente hosca en un pueblo costero de la Normandía, lo poco que sabremos de sus vidas será con cuentagotas. En cambio, lo que sienten se les nota en la cara, a medida que uno vaya aceptando la expresión de sus caras.

La joven fue considerada culpable del accidente que causó la muerte de su esposo. La jueza les entregó a sus suegros la custodia del hijo, y, como puede suponerse, la relación dista de ser buena. Para colmo, es una muchacha bastante antipática, de algunas malas costumbres y ningún oficio. Por su parte, el pescador es un pan de Dios, pero del día de ayer, con la corteza ya medio dura. Su gran virtud es la paciencia, que le permite conservar la calma, dentro de lo que se puede. Ella necesita tener un empleo fijo y hacer buena letra para recuperar a su niño. El hombre necesita una mujer, aunque quién sabe si esa es, precisamente, la que más le conviene. Rodeándolos, moldeándolos, está el pueblo, que también tiene sus problemas.

Por ahí va el asunto, que más que un relato tradicional se podría definir como una serie de cuadros a través de los cuales se va deduciendo la historia. Que, por suerte, tiene final feliz y luminoso, también dentro de lo que cabe. En ese sentido, la última escena es un hallazgo capaz de emocionar discreta y limpiamente a más de un espectador. Alix Delaporte, foto-reportera debutante como directora, procuró brindarnos un tema sentimental de estilo realista, sin violines, y lo ha conseguido, particularmente gracias a la fuerza de Clotilde Hesme (la tercera en discordia de «Canciones de amor») y las buenas caracterizaciones de todo el elenco, empezando por Gregory Gadebois, de la Comedie Francaise, Lola Dueñas, rayito de sol importado a esas costas, y los veteranos Evelyne Didi y Patrick Descamps.

Vale decir, un buen respaldo actoral. En cuanto a estilo y argumento, nada notable ni extraordinario, e incluso algunas reiteraciones y extensiones (aunque la película es corta), pero casi todo verosímil y bien expuesto, sencillo y finalmente sentido, como ya dijimos. Y un poquito a la manera de los hermanos Dardenne, para quien guste ese tipo de realismo y de personajes a disgusto con el mundo hasta que les llega la ilusión o la esperanza, o aunque sea una mano en el hombro. Eso si, por suerte, a diferencia de los Dardenne, la directora de fotografía Claire Mathon prefiere encuadres y movimientos de cámara más normales.