El amor de Robert

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

Para el amor no hay edad

Este drama romántico en el que como en un cuento de Navidad, se pone de manifiesto que el amor no tiene edad, es lo que propone el estadounidense Nicholas Fackler, en su opera prima.

El filme está ambientado en los días previos al 25 de diciembre y muestra, con pronunciados y repetitivos detalles, como es la cotidianidad de un anciano de unos ochenta años, que todos los días va rutinariamente a su trabajo, en un supermercado.

Robert vive solo y mientras prepara el árbol de Navidad en su casa, con un único regalo que él mismo se compró, piensa en que le gustaría, tal vez, tener una familia.

LA SOLEDAD

Pero esta cuestión de la familia y los por qué de la soledad de Robert no quedan muy claros al comienzo del metraje, para el espectador.

Sí despierta la atención, que un señor tan mayor trabaje en un supermercado y tenga tan buena relación con el Ceo de la empresa, al que casi considera un hijo. Pero ¿por qué nó?. La cuestión es que muchos de los interrogantes, no todos, que el público puede preguntarse serán respondidos en su momento por este relato que refiere a la ancianidad, a la despedida de la vida y a los instantes en que se percibe que algo está por terminarse definitivamente.

"El amor de Robert" si bien es un drama romántico, en su interior, y a su manera, quizás de un modo demasiado idílico y hasta pretendidamente poético, pone de manifiesto algo mucho más profundo, el problema de la pérdida de la memoria y los síntomas del mal de Alzheimer, que afectan en su mayoría a las personas muy mayores.

Con esta problemática de por medio el director Nicholas Fackler, que tenía veinticuatro años cuando rodó el filme, va construyendo una historia que apela a la familia, a la Navidad como una forma de unidad entre las personas y a que el amor cuando es verdadero nunca muere.

Claro que quizás en su construcción la película por momentos se muestre demasiado irreal, e ingenua en su forma de exhibir esa Navidad de tarjeta postal, con calles y árboles con nieve y casas de dos plantas iluminadas, como de tarjetas de Fin de Año.

También es posible que muchos de los que la vean encuentren que su narración peque hasta de un cierto didactismo cinematográfico, no obstante es una historia que conmueve gracias a sus dos extraordinarios intérpretes. Ellos son Ellen Burstyn y Martín Landau, el inolvidable personaje de Bela Lugosi, del filme "Ed Wood", de Tim Burton.