Amante doble

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

OZON EN EL ESPEJO

Ecléctico como pocos, el bueno de François Ozon puede saltar de un thriller a un drama, a una comedia o a un musical. Los caminos que va siguiendo en su filmografía son realmente imprevisibles y sólo parece haber algo irrenunciable, más allá de sus obsesiones temáticas que se repiten de película a película: eso es su osadía y su nivel de provocación. Amante doble es tal vez la apuesta máxima en este sentido por tratarse no sólo de un thriller erótico realmente inquietante, sino además de un guión decididamente ridículo que fuerza constantemente el verosímil y nuestra propia credulidad. Pero que luce gracias a la solidez formal del director y porque además Ozon es dueño de un sentido del humor más perverso y enroscado que el de sus personajes. Lo mejor frente a una película como Amante doble, entonces, es sentarse y disfrutar sin tomársela demasiado en serio ni preguntarse qué demonios es lo que está pasando en la pantalla.

En Amante doble tenemos una mujer que arrastra una dolencia en el vientre. La derivan al psiquiatra, charla va charla viene, nace el romance y la convivencia. Y cuando la pareja empieza a compartir su vida, ahí nace la película: porque ella descubre un secreto en el psiquiatra que la terminará llevando a una pesquisa con consecuencias poco felices. Decir más sobre la historia sería adelantar detalles de la trama que conviene ir descubriendo por cuenta propia, no tanto por mantener inalterada la lógica del relato sino porque el disfrute de ver cómo Ozon va acumulando sorpresas y revelaciones es mayúsculo y es bello apreciar en movimiento a una maquinaria cinematográfica que gusta de la auto-fagocitación con deleite perverso. Al igual que pasaba con Roman Polanski en Basada en hechos reales, el director de Bajo la arena parece citarse y auto-homenajearse con una película que es una suerte de resumen de su obra, y que funciona como un espejo que devuelve imágenes deformes (los espejos en la película son un personaje más). El tema del doble y el punto de vista son habituales en su cine, pero también lo es la sexualidad y la búsqueda del placer como forma expeditiva del autodescubrimiento. Sin embargo lo llamativo en Amante doble son la incontable cantidad de links que la película tiene hacia otros directores: el más obvio es a David Cronenberg y su Pacto de amor, pero aparecen por ahí el De Palma de Hermanas siniestras, el Almodóvar de La piel que habito, y en el corte de pelo Marine Vacth recuerda a la Mia Farrow de El bebé de Rosemary. ¿Polanki también? Claro que sí. En Amante doble, además, un primer plano lleva al interior de una vagina y una incisión quirúrgica recuerda al ojo lacerado por Buñuel. Como verán, Ozon no escatima recursos ni referencias para edificar un thriller con atmósferas de cine de terror, especialmente hacia su asfixiante última media hora.

Pero lo más interesante que hace el director aquí es que no acumula citas y referencias desde un punto de vista erudito, sino que aleja cualquier solemnidad para ponerse a jugar como un chico. Por eso que lo peor que se puede hacer con el enciclopédico referencialismo de Ozon es buscar una lógica y un sentido: tratar de reflexionar sobre el deseo, la sexualidad, las posiciones de poder y propia percepción de la realidad resulta u tanto en vano. El director francés dispone de todos esos elementos, pero con un sentido paródico y confesional a la vez. Y la confesión aquí es que a esta altura de la historia del cine no parece haber lugar para sorpresas. O en todo caso, de haberlas, lo justo es que surjan así, alocadas, imprevisibles, alborotadas. Porque la película va perdiendo progresivamente el verosímil para sucumbir la locura y lo ridículo, y hacernos dudar sobre qué es lo real: empieza como un drama solemne y se vuelve progresivamente una de terror Clase B. La falta de sutileza de Amante doble es absolutamente deliberada en un director que venía de hacer un film refinado y académico como Frantz. Eso sí, se arriesga a disgustar, a ser acusado de manierista y ordinario. Pero eso termina hablando más de nosotros y nuestro vínculo con el cine, de cómo lo asimilamos y lo disfrutamos, que de la película en sí. Más o menos lo que le pasa a la protagonista con el sexo.