El almanaque

Crítica de Marisa Cariolo - Loco x el Cine

Ironías de la vida hacen que en Montevideo exista un penal llamado Libertad y que ese fuera el destino obligado de muchos presos políticos en la década del setenta hasta mediados de los ochenta.

Entre esos detenidos se encontraba Jorge Tiscornia un miembro del movimiento Tupamaro juzgado por su accionar supuestamente subversivo. En el marco de su presidio el joven ideó una estrategia que le permitía mantener una rutina propia: escribir un registro de sus días.

Los eventos allí señalados eran codificados de forma tal que solo el supiera descifrarlos, a cada palabra le correspondía un símbolo, como una moderna versión de los jeroglíficos egipcios. En el film Tiscornia se erige como una versión rioplatense de Champollion des encriptando los códigos de su propia piedra Rosetta y permitiéndonos ser testigos de los 4646 días en los que fue mantenido cautivo.

La necesidad de conservar estos registros llevó a Tiscornia a tener que esconderlos en un lugar que le permitiera su transporte de un lugar a otro. Así fue como terminó diseñando para ello unos zuecos ahuecados donde los ocultó.
La construcción de la memoria como último recurso frente a la supresión de identidad y a los atropellos presenciados es el motor narrativo del relato. Así el director logra dar una mirada objetiva sobre las consecuencias del encierro sin hacer referencia alguna a los motivos del mismo.
El Almanaque nos permite conocer también las distintas consecuencias del aislamiento para otros reclusos : veremos así como las obras pictóricas vivaces y coloridas del artista plástico Elbio Ferrario se irán convirtiendo en grises pinceladas luego de años de encierro.
Con una prolija realización el film se constituye como un importante testimonio sobre la construcción de la propia identidad, el ejercicio constante de la memoria y por sobre todo sobre la militancia como medio de defensa de los intereses cívicos.
Tiscornia logró registrar 4646 días sin ver el sol y hoy en una nueva faceta de su vida sigue llevando un registro: el de los atardeceres de su Montevideo tan amado
Justicia poética si las hay.