El almanaque

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Latinoamérica está “acostumbrada” a moverse como un bloque, lo que suele suceder en un país, su situación política, repercute en las demás repúblicas hermanas repitiéndose. Los procesos militares no han sido la excepción; por eso un documental uruguayo como El Almanaque se siente tan nuestro como cualquier film que hable de nuestra etapa comprendida entre 1976 y 1983.
Jorge Tiscornia fue un preso político durante la última dictadura en Uruguay. Estuvo preso 4646 días, 12 años desde que fue detenido. En ese proceso, se dedicó a llevar un diario para jamás olvidar lo que viviría en ese tiempo. Si de algo estamos seguros es que tenemos prohibido olvidar.
El documentalista José Pedro Charlo basa la historia en la recreación de ese diario, en mostrarlo a Tiscornia durante el encierro (con sus zuecos hechos por él mismo) y en el después, cuando recupera la libertad.
Es poco lo que se dice del antes, lo justo y necesario para que sepamos cómo se desembocó. Tiscornia era un estudiante, militante de la agrupación Tupamaros por lo que el proceso militar lo tuvo desde el principio en la mira como a tantos otros. No hay un registro de esos años previos, talvez dejando bien claro que no importa cómo se termina en el horror de ser preso político, que no hay una justificación.
Encerrado en el Penal Libertad (¿ironía? Seguro) lo único que puede hacer para escapar, para mantener su mente ocupada es escribir, documentar; y esos textos recién salen a la luz con este documental, sirviendo como un ejemplo cabal, en primera persona, de lo que debían pasar miles de personas, en toda Latinoamérica, presas por sus ideales políticos.
Hoy en día Tiscornia Jorge trabaja en una cooperativa y es fotógrafo amateur, puede ser otra persona, pero las marcas estan ahí, para hacernos ver que sigue siendo el mismo, el que estuvo preso, y el que militaba en Tupamaros, las ideas no se doblegaron.
La cámara de Charlo lo sigue de cerca, minuciosa, detallista, con planos cercanos o en panorama para mostrar el entorno. Posándose en un objeto, en un gesto, o moviéndose continuamente, según sea necesario. Se construye un relato, una historia, en base a un texto muy personal.
Técnicamente el trabajo de Charlo es impecable, la fotografía es exquisita en varios tramos, y los detalles, que parecen insignificantes, cobrarán un singular valor para los más atentos. Pero lo fundamental es la historia, atrapante pese a su pasividad, construida en un documental, y a través de relatos sueltos; el espectador posará los ojos sobre lo que se muestra y no se desprenderá.
El Almanaque es otro punto de vista del horror que Latinoamérica vivió por más de dos décadas, un asunto que sin duda alguna es inagotable, y que como lo demuestra este film, es imposible de olvidar