El Almafuerte

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Sustantivos versus adjetivos

A la distancia, una panorámica de un centro de reclusión en Argentina no escapa a la postal mediática que se reproduce en horario central. Pero nunca esos sesgados productos televisivos hablan de sujetos sino de objetos desde una prédica moralista o antropológica, y en la mayoría de los casos con fines sensacionalistas que refuerzan el morbo por lo “tumbero”; la idea de castigo, estigma recurrente de los discursos de mano dura bajo una falsa reflexión sobre el estado de las cosas.

Por eso, a medida que la cámara de El Almafuerte (documental dirigido por Andrés Martínez Cantó, Santiago Nacif Cabrera y Roberto Persano) se introduce en ese mundo de encierro comprobamos que, si bien se trata de un largometraje cuya temática gira alrededor de lo carcelario, la intención no recae en encontrar historias de vida detrás de las rejas sino en brindarle a los protagonistas un vehículo para expresar su voz. Ellos son menores de edad alojados, a veces por traslados y otras por orden de un juez, en el centro de detención de máxima seguridad conocido como “El Almafuerte”, ubicado en Melchor Romero, La Plata.

El germen del proyecto se remonta a una idea de estos tres comunicadores sociales y docentes: integrar e interactuar a partir de un taller audiovisual dos mundos o realidades separadas -entre otras cosas- por una reja. Es decir, que los de adentro pudieran salir hacia afuera a partir de una actividad creativa coordinada junto a los encargados del taller de comunicación e informática que funcionan aún hoy en la institución. La experiencia se extendió por el lapso de dos años en los que los realizadores cumplieron con su palabra de continuar pese a las inestables condiciones de trabajar con personas que cumplen una condena, hecho que queda plasmado en el decurso de la vida de cada uno de los involucrados con pronósticos exitosos y otros que lamentablemente se quedaron en el camino. El método consistió en proporcionar en el taller de cine las nociones mínimas para poder filmar y así a partir de la iniciativa de los propios chicos creció la idea de hacer un cortometraje sobre la revista que ellos mismos escriben y difunden por Internet desde el penal. También se convocó al Chango Farías Gómez para elaborar junto a los reclusos la banda sonora de percusión que acompaña a las imágenes.

A partir de esa premisa, los realizadores estructuraron su película bajo la dialéctica de dos miradas que rompe la idea de representación y realidad al encontrar un espacio construido cinematográficamente: el del documental sobre el corto con una cámara que sigue los pasos del proceso, y el de los propios artífices de la revista Seguir soñando que recogen testimonios de los propios hacedores, así como del entorno carcelario compuesto por el director del establecimiento, el guardiacárcel, el subdirector y las personas involucradas en los talleres y actividades recreativas como parte de lo institucional. Otra voz que se suma desde lejos es la del Juez de la Corte Suprema de Justicia, Dr. Eugenio Zaffaroni en calidad de representante del Estado.

Dos miradas y un discurso que más allá de una posición tomada por los documentalistas desde el comienzo, despojándose del estereotipo y tratando de superar el reduccionismo de la mirada parcial sobre la realidad de los sistemas carcelarios, se nutre de la diversidad de opiniones; aunque es cierto que no se escuchan campanas disidentes que alerten del peligro de “premiar” a un pibe chorro con una camarita para hacer un documental.

Más allá de los discursos o la retórica que pueda o no favorecer este trabajo, lo cierto es que El Almafuerte siempre mantiene un compromiso con los verdaderos actores que más allá del hecho puntual de estar detenidos transparentan su rol de exclusión ante la sociedad y logran, a partir de reflexiones simples y economía de recursos, poner el dedo en la llaga sobre un sistema que se rige bajo la lógica del castigo más que sobre la idea de reinserción social. Tal como expresa uno de los entrevistados, se trata de pensar al semejante porque se lo puede sustantivar como delincuente o adjetivar como la persona que cometió un delito.