El agua del fin del mundo

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

Siero no falla en su debut como directora pero trabaja con un guión que merecía una elaboración más compleja.

Laura y Adriana son hermanas. Laura trabaja en una pizzería bajo un régimen de semi explotación y con sus ingresos mantiene la casa y a Adriana, quien padece una enfermedad terminal. Por ello, por momentos está obligada a mantenerse postrada. La relación entre ambas está marcada por la cercanía del vínculo, el afecto sincero y la tensión de la situación generada por la enfermedad, los cuidados y la carencia económica.

Siero acierta en el modo en que presenta el contexto de la historia. Sin dudas en el comienzo, donde se presenta este cuadro, aquel espacio surcado por una iconografía y una tensión, es auspicioso. La realizadora cuenta esta realidad con inteligencia, apropiándose del mundo interno de esa relación familiar para simultáneamente al tiempo que describe y penetra ese mundo hogareño, abrir espacios de interrogantes en el espectador, trazar líneas que permiten imaginar desarrollos intensos y profundos.

Con la aparición de Martín, un músico callejero y alcohólico que Laura lleva a su casa, la historia asume otro derrotero y se transforma en un cuento previsible. En lugar de recorrer los caminos de los supuestos, de la tragedia (y asumir todas las claves borgianas que la presencia de “el intruso” dispara), Siero elige el melodrama obvio y simple. Todo el relato de la tensión entre las hermanas, entre la salud y la enfermedad, la construcción de los cuerpos sanos y enfermos y sus deseos, de los dolores internos y ajenos, se transforma en una novela que, si bien no adquiere ribetes lacrimógenos, pierde toda la profundidad que asomaba en los primeros minutos de la película. La tensión dramática de aquel comienzo se diluye y todo fluye entre la representación de lo esperable y el aburrimiento.

Siero trabaja con un guión que merecía una elaboración más compleja. No falla en su trabajo como directora, considerando que esta es su primera película, en tanto es capaz de contener las implicancias melodramáticas a las que el guión invita, logra dirigir correctamente en este sentido a los actores, y especialmente porque es capaz de convertir al pequeño espacio de la humilde casa, en un espacio dramático potente. Su tendencia a la sutileza, a los parlamentos simples, a las actuaciones contenidas, habla de una realizadora con recursos interesantes. Si la película hubiera desarrollado lo insinuado en su primer parte, seguramente estaríamos calificándola de un modo completamente distinto.