El agente de C.I.P.O.L.

Crítica de Martín Chiavarino - A Sala Llena

Los nazis contraatacan.

El éxito de la saga de Misión Imposible, entre otras, demostró que la revitalización y el homenaje a las series de la época de la Guerra Fría tienen el encanto del nuevo fetiche posmoderno de la retromanía, que nos acosa actualmente a través de la falta de ideas y el reciclaje de ciertos productos bajo el manto de objetos de culto. Este es el estado actual de nuestros consumos culturales. Guy Ritchie, quien ya se había destacado en sus dos primeras películas, Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000), como un gran director especializado en darle un ritmo acelerado a escenas de acción creando una sensación de precipitación constante y sin descanso, es el responsable de El Agente de CIPOL, una nueva versión fílmica de la serie de los años sesenta desarrollada por el escritor norteamericano Sam Rolfe.

La idea de Ritchie fue retomar la serie siguiendo las directrices de Rolfe, quien tras dejar la tira dijo que a los escritores subsiguientes les faltaba la sensibilidad y el instinto creador que permite la combinación -en dosis exactas- de drama y comedia para la edificación de una obra de calidad. En El Agente de CIPOL, Ritchie elije caminar por la cornisa intentando buscar en cada escena la combinación exacta de drama y comedia a la que Rolfe aludía como una especie de alquimista cinematográfico. Sin dejar nada al azar, el realizador obra como un artesano en cada toma para generar humor sin perder el hilo ni la esencia dramática.

La película narra así el surgimiento de CIPOL (Comisión Internacional para la Observancia de la Ley), a través de una misión de cooperación internacional entre los servicios secretos de Estados Unidos, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Gran Bretaña, para impedir que unos epígonos del fascismo construyan una bomba atómica para los apátridas nazis que vagan por el mundo escondidos, intentando conquistarlo. Tras conocerse en una espectacular persecución por las calles de Berlín Oriental, los agentes Napoleón Solo (Henry Cavill) de la CIA e Illya Kuryakin (Armie Hammer) de la KGB viajan a Roma y comienzan a cooperar para poner en contacto a Gaby (Alicia Vikander) con su tío, un antiguo nazi, quien parece saber el paradero de su padre, un científico recientemente desaparecido que estaba investigando cómo enriquecer uranio para producir bombas nucleares más potentes y maleables para Estados Unidos. Ambos agentes se lanzan a la cacería de los secretos que les permitan a sus países tomar ventaja en la batalla tecnológica que libraron durante la Guerra Fría. En una serie de gags de talante circunspecto, los agentes prueban sus habilidades, su ingenio y sus herramientas para impresionar y humillar al otro en un juego que de a poco los va acercando.

Lo mejor de las escenas de acción de las últimas películas de Ritchie sobre Sherlock Holmes, el protagonista de las conocidas novelas de Arthur Conan Doyle, y su particular estilo cinematográfico, se ponen al servicio del rescate de esta extraña serie en la que se destaca la amistad entre dos enemigos. Sin dudas, El Agente de CIPOL trasciende su propósito narrativo ya que funciona como una obra de ficción en la que un humor taciturno y sobrio interviene constantemente para dar a las escenas una visión dialéctica de agudeza temperamental, algo que seguramente tomó de la extraordinaria versatilidad de Robert Downey Jr. Tal vez la retromanía no sea un fenómeno tan retrógrado después de todo, si es capaz de producir este tipo de obras…