El agente de C.I.P.O.L.

Crítica de Hugo Zapata - Cines Argentinos

En 1964 el estreno de Goldfinger en los cines representó el primer blockbuster importante de la saga de James Bond y estableció en Hollywood la manía por las historias de agentes secretos.
Luego del enorme éxito que tuvo el mencionado film aparecieron numerosos clones de Bond y parodias que trabajaban este tipo de personajes desde el humor.
El agente de C.I.P.O.L. fue parte de esta movida y sobresalió en su momento por brindar una propuesta diferente dentro de este género, en lugar de limitarse a copiar a 007 como hacían otros programas de televisión.
La paradoja de esta cuestión es que Ian Fleming, el padre literario de James Bond, fue el responsable de crear el concepto de la serie y el personaje principal, Napoleón Solo.
La serie originalmente se iba a promocionar como Ian Fleming´s Solo pero el productor Albert Broccoli, responsable de la saga Bond, impidió que se utilizara el apellido del escritor ya que no quería que el programa terminara asociado con su franquicia.
El primer episodio se concentraba en las aventuras del agente noteamericano Solo, interpretado por Robert Vaughn.
Sin embargo, la buena recepción que tuvo después la aparición del soviético Illya Kuryakin (David McCallum) cambió por completo el concepto del programa.
En cierta manera El agente de C.I.P.O.L. fue un gran precedente en Hollywood de lo que más tarde sería el subgénero de la Buddy Movie.
Un concepto creado por Akira Kurosawa en el film policial Stray Dog, en 1949, que fue la producción pionera en presentar a dos personajes con personalidades opuestas que tenían que unirse para resolver un crimen.
En el caso de esta serie, el norteamericano tenía que lidiar con el ambiguo y misterioso Kuryakin, quien despertaba en el público muchísima atracción por esas características.
La adaptación para el cine que presenta el director Guy Ritchie respeta bastante el espíritu original del programa al mismo tiempo que evoca la clase de thrillers de espionaje que se hacían en Hollywood en los años ´60.
El director tuvo el buen juicio de evitar parodiar el cine de Bond para desarrollar una trama que retrata el estilo de conflictos que ofrecía la serie.
Lo mejor de la película pasa por la buena dupla que formaron Henry Cavill y Armie Hammer, quienes lograron sacar adelante con sus trabajos un argumento trillado que carece encima de villanos atractivos.
Hammer capturó muy bien la personalidad misteriosa de Kuryakin y Cavill por su parte sorprende con una faceta más humorística que no había podido explorar en sus trabajos anteriores.
El film presenta la mayoría de los elementos clásicos del cine de Guy Ritchie, donde sobresale la fotografía, la excelente banda de sonido y la edición no lineal que el director utiliza de manera creativa para darle un condimento más interesante a la trama.
El gran punto débil que tiene El agente de C.I.P.O.L. pasa por el tratamiento de la acción que es bastante pobre.
Sobre todo porque detrás del film hay un realizador como Ritchie del que se podía esperar algo mejor.
En defensa del cineasta es menester recordar que esta película la hizo con las manos atadas, ya el estudio quería que el film fuera accesible para el público adolescente desde los 14 años.
Por consiguiente, nos encontramos ante el primer trabajo aséptico de la filmografía de Ricthie.
Como en los viejos episodios de la serie Brigada A hay peleas y disparos sin sangre, ya que el tono de la violencia fue muy moderado por esta cuestión.
Ritchie inicia el film con una gran persecución donde se conocen los protagonistas que está impecablemente realizada. Lamentablemente ese es el único momento destacable de esta producción, ya que el resto de las escenas de tiroteos y peleas son genéricas y aburridas.
Después de ver este año filmes espectaculares como John Wick y Misión Imposible 5, el nuevo trabajo de Guy Ritchie en materia de acción es completamente olvidable y ni siquiera está a la altura de estas producciones mencionadas.
La película no es mala, logra ser entretenida y zafa por los protagonistas, pero es una propuesta que se desvanece enseguida del recuerdo a la salida del cine.