El agente de C.I.P.O.L.

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Kuryakin y Solo, muy parecidos a otros

Hay películas que, mejores o peores, tienen limitaciones tan evidentes, un techo tan bajo, que uno no puede pedirles más de lo que dan. Sin embargo, hay otras que con poco más podrían ser mucho mejores. En este segundo pelotón se ubica El agente de Cipol, un film bastante logrado y entretenido, pero que su director Guy Ritchie no alcanza a convertir en un referente del género y -por qué no- en el inicio de una lucrativa saga.

Serie muy popular (y luego de culto) producida en los años 60, El agente de Cipol narraba las misiones de dos espías, el estadounidense Napoleon Solo (Robert Vaughn) y el soviético Illya Kuryakin (David McCallum), encomendadas por una misteriosa organización internacional liderada por el británico Alexander Waverly (Leo G. Carroll).

La película abre con una extraordinaria secuencia de acción ambientada en las cercanías del Muro de Berlín en plena Guerra Fría y luego contará el surgimiento del dúo con una serie de enredos políticos y románticos que es mejor no adelantar (hay hasta un dispositivo nuclear como MacGuffin). Y, como en todo film de agentes secretos, aparecerán en sus caminos personajes femeninos en versión más inocente (Alicia Vikander) o en plan femme fatale (Elizabeth Debicki).

No es difícil advertir las similitudes de este nuevo film del realizador de Juegos, trampas y dos armas humeantes y Sherlock Holmes con la saga de James Bond, aunque a El agente de Cipol le cuesta por momentos definir mejor su perfil. Es un poco gracioso y seductor como las aventuras de 007, un poco más serio como la franquicia de Jason Bourne y también tiene algo de Misión: imposible, aunque sus referentes principales sean clásicos sesentistas como El affaire de Thomas Crown o Faena a la italiana. Esa indecisión a la hora de consolidar sus climas le juega un poco en contra (por momentos se extrañan también el desenfado y la audacia de otros trabajos de Ritchie), aunque no le faltan escenas eficaces y hasta un final (que en realidad es un inicio) convincente.

Para rescatar también la tarea de los dos protagonistas, que venían de actuaciones no demasiado lucidas: Henry Cavill (Superman/Clark Kent) y Armie Hammer (El Llanero Solitario) conciben a un Napoleon Solo y un Illya Kuryakin, respectivamente, que sostienen con bastante elegancia a sus héroes. Si El agente de Cipol no es la notable película que podría haber sido no es esencialmente por carencias actorales, sino por ciertos problemas de guión, narración y tono que los excede por completo.