Más que una historia cotidiana Muayad Alayan, director, productor y co-guionista junto a Rami Alayan, presentan en este film el cómo una situación sencilla puede devenir en un escándalo político y social, si es protagonizada por representantes de pueblos enfrentados. El affaire de Sarah y Saleem (The Reports on Sarah and Saleem, 2018), transcurre en Israel y en el estado de Palestina -el romance entre Saleem (Adeeb Safadi) y la israelí Sarah (Saleem Sivane Kretchner)-, ambos casados, Sarah con David (Sarah Ishai Golan) y Saleem con Bisan (Maisa Abd Elhadi). Esto pasa desapercibido por sus cónyuges hasta que una cita se complica y amenaza con exponerlos. Atrapados en la maquinaria de la ocupación y la presión sociopolítica, ambos se encuentran presos en una red de difamaciones. El guion presenta el contraste de ambas sociedades sin imponer un punto de vista. Nos sorprende desde un lugar incómodo, alejándose de la idealización y el romanticismo. Predomina lo concreto en un contexto de tensión y represión. La construcción de los personajes es correcta y bien interpretada por los actores, mientras que la narración es auténtica en imágenes, sonido y edición, acentuando la inestabilidad y el realismo. Por su parte, la dirección y puesta de cámara nos permiten experimentar la ciudad mientras acompaña a los amantes a través de sus miedos y pasiones. En Jerusalem, la capacidad de interacción se ve coartada por poderes externos y en situaciones límites, las presiones del entorno abruman. Se nos cuenta una historia desde el corazón del conflicto israelí-palestino.
Sarah es una mujer israelí que tiene una cafetería en el oeste de Jerusalén. Está casada y tiene una hija, pero la relación con su marido es un poco distante, debido a que su trabajo en el ejército la obliga a mudarse constantemente. Saleem es un hombre palestino que vive en el este de Jerusalén y que trabaja como repartidor para una panadería. Está casado y a la espera de ser padre, pero no está de acuerdo con que la familia de su mujer los mantenga. Cansados de sus vidas matrimoniales, los protagonistas se embarcarán en una aventura. Pero una cita peligrosa saldrá mal y el menor de sus problemas será la infidelidad. Ahora se verán atrapados en una situación sociopolítica que se les irá de las manos. “El affaire de Sarah y Saleem” es una película que comienza como un drama romántico y deviene en un drama sociopolítico, mutando de un conflicto personal a uno político. Al principio nos da la sensación de que estamos frente a la típica trama de amor donde dos personas provenientes de lugares distintos y grupos enfrentados luchan para estar juntos, pero rápidamente nos damos cuenta de que esto no es así. A medida que se desarrolla el argumento se va metiendo cada vez más en cuestiones sociopolíticas entre judíos y palestinos para profundizar en las relaciones y conflictos que se ven diariamente en Jerusalén. El ritmo del film es intenso y no decae en ningún momento en sus dos horas de metraje, porque mantiene atrapado al espectador a partir del vínculo que forjan estos individuos y en la bola de nieve que se va generando poco a poco. El público no puede saber con certeza dónde terminará este conflicto. Comienza con una escena poderosa y después vuelve en el tiempo para contarnos cómo se llegó a esa situación para luego mostrarnos lo que ocurre de allí en adelante. Es interesante el lugar que se le da a las mujeres en la película, tanto a Sarah como a Bisan, la esposa de Saleem, ya que, sin adelantar mucho sobre la trama, son aquellas que consiguen ciertas soluciones o al menos logran apaciguar los disturbios entre ambos grupos y un mayor acercamiento. Frente a la violencia de los hombres y la falta de razonamiento, las mujeres vienen a poner un paño frío para priorizar algunas cuestiones por sobre otras. En este sentido, se destaca el labor de ambas actrices, Maisa Abd Ehadi y Sivane Kretchber, quienes consiguen plasmar esa fortaleza y lucha por sus ideales y su familia. A ellas se le suman de muy buena manera sus maridos en la ficción, Adeeb Safadi e Ishai Golan. El cuarteto protagónico le otorga muchos matices a la historia. En cuanto a la puesta escénica, se destacan las locaciones externas donde podemos conocer más sobre Jerusalén y sus divisiones, dónde viven los judíos y los árabes/palestinos y a qué lugares no pueden acceder unos y otros. En síntesis, “El affaire de Sarah y Saleem” es un abordaje interesante de una historia que comienza con un romance prohibido y que desencadena una serie de conflictos sociopolíticos. A través de una pequeña relación podemos conocer un marco mayor sobre el contexto actual de los judíos y palestinos. La tensión constante y las buenas actuaciones elevan a esta atrapante propuesta.
El punto de partida de esta película es una infidelidad entre una mujer israelí casada con un militar y un hombre palestino, con serias dificultades económicas, cuya mujer esta embarazada, que depende económicamente de su cuñado. Pero este encuentro entre dos seres muy distintos, ella propietaria de un café, y el un repartidor de panadería, regidos por la pasión sexual, en cualquier otra parte del mundo serían los protagonistas de una historia común. En Jerusalén la dimensión peligrosa la da la dominación israelí sobre los palestinos, la capacidad de inventar casos por conveniencia que va desde la inteligencia palestina a la israelí, la connivencia entre las dos redes, y las reacciones humanas frente a la injusticia que pueden ir del puro egoísmo personal a una solidaridad desafiante. Una mirada inteligente de tensiones, prejuicios, discriminación y violencia, de parte del director Muayad Alayan y escrita por su hermano Ramil. La primera parte del film se centra en los amantes y un desgraciado encuentro nocturno que termina en violencia. La segunda pone el acento en el marido y la esposa engañados. En las presiones machistas. Y fundamentalmente en el empoderamiento de la señora embarazada que descubre su valentía y fuerza. Además muy entretenida.
Una máquina de triturar todo lo humano Un hombre palestino y una mujer israelí, ambos casados, tienen una aventura casual y son utilizados políticamente. El caso es demencial, al borde de lo kafkiano, pero según advierte un cartel inicial, estrictamente real. Un hombre palestino y una mujer israelí, ambos casados, ambos vecinos de Jerusalén, tienen una aventura extramatrimonial. Por una serie de infortunios, brotes de racismo, paranoias políticas y manipulaciones de los servicios de inteligencia de ambos sectores, él será falsamente acusado de actividades ilegales contra el Estado israelí, y ella obligada a testimoniar en su contra. Un caso tan perfecto de demostración de los deletéreos efectos de la intrusión estatal y policial en la vida privada, que parece meticulosamente escrito para ello. Aunque, a estar de ese cartel inicial, no habría hecho falta escribirlo: la realidad se ocupó de hacerlo. Desde el primer encuadre, que muestra a Saleem (Adeeb Safadi) contando unos billetes y tomando nota de la suma, pasando por la escena posterior en la que se ve a Sarah (Sivane Kretchner) cabalgando sobre él en la combi que el jefe le presta, el encadenamiento de hechos es implacable, fatal se diría si uno creyera en el destino. Un pequeño suceso lleva al otro, una escena a la otra, y todo lleva a lo peor. Saleem y su esposa, Bisan (Maisa Abd Elhadi), que esperan a su primer hijo, tienen problemas de dinero, por lo cual se ven obligados a subalquilarle a la familia de ella. En esta situación, el hermano de Bisan hace a su cuñado una oferta que no puede rechazar: proveer a clientes particulares del otro lado del Muro, en territorio palestino, todo aquello que soliciten. No es muy claro si el asunto es legal o no, pero Saleem no está para fijarse en esas menudencias. Para su segunda entrega toma la decisión, no muy prudente, de ir acompañado de su amante israelí. Un tipo se acerca a ésta en un bar, Saleem lo cruza a las trompadas y lo que viene de allí en más es una sucesión de enormidades, que no parecen guardar relación con las vidas de ambos. Un principio fundamental de la obra de Kafka: la desproporción entre el protagonista y las fuerzas con las que lidia. Lo que no se hace presente aquí es el segundo principio: que de tan vastas, esas fuerzas sean incognoscibles. Escrita por el palestino Rami Musa Alayan y dirigida por su hermano, Muayad Alayan, El affaire… (cuyo título en inglés es, traducido, Los informes sobre Sarah y Saleem, véase cómo de un idioma a otro se pasó del caso judicial-policial a la historia de amor) no tienen un pelo de fantasía. Así que de Kafka, sólo la mecánica. Montada sobre un guion de alta precisión, ganador de una mención especial en el Festival de Rotterdam (donde además se llevó el premio del público), esa mecánica es tal vez el principal problema de la película de los hermanos Alayan. No hay lugar en la sucesión dramática de El affaire… para nada que no haga avanzar la trama. Nada que no responda al efecto bola de nieve. Nada que no sea un ladrillo más en la pared del guion. Hay, sí, un par de observaciones provocativas, como el hecho de que la causa palestina mienta tanto como la inteligencia israelí, unos queriendo hacer pasar al inocente Saleem como agente al servicio del terrorismo, otros intentando convertirlo en el héroe que no es. O la simetría entre ambas mujeres-rivales, finalmente emparejadas por una maquinaria de conspiración que no puede sino triturar todo lo humano.
Una propuesta que comienza detallando pormenores amorosos para bucear luego en el complicado entorno político y social de un país que sigue menospreciando a la mujer y su rol, aunque en el film se la revalorice. Judios y palestinos unidos en una propuesta interesante.
¿Cuáles son las consecuencias de un romance entre personas de religiones diferentes? Esto es lo que busca responder Muayad Alayan con su segundo largometraje de ficción, ganador del Premio del Público y de una mención especial en el Festival de Rotterdam de este año. La trama de El affaire de Sarah y Saleem (2018) se desenvuelve sin muchas sorpresas, excepto alguno que otro detalle cerca del final. El conflicto dado por una relación sexual entre Sarah, una judía casada, y Saleem, un árabe también en matrimonio, parece una situación grave por partida doble: el asunto político-religioso, que la película da por sentado, y que se trate de un affair y no de una relación formal. Los guionistas se las arreglan casi por completo para que las casualidades ocurridas hacia el final parezcan orgánicas a la trama. El problema es que no hay una química muy llamativa entre los actores, ni escenas memorables visual o discursivamente, excepto la toma que cierra con mucha fuerza el film. Lo más resonante es cuando Bisan (Maisa Abd Elhadi) habla con Saleem, su esposo tras las rejas y ya con el hijo nacido, con el fin de aclararle qué tiene decidido ella para el futuro de los tres. La sensatez del personaje se traduce en la actuación más franca de la película, donde no hay un gesto falseado por la exageración. Otro momento importante, pero brevísimo, es cuando Sarah se entera de la reubicación de su esposo en el trabajo. Al fondo, sin necesidad de primeros planos, la hija estaba jugando con ella y exclama: “¡Perdiste! ¡Perdiste!”. La niña se está refiriendo al juego, pero sabemos muy bien que el guión está metiendo el dedo en la llaga, no porque la mudanza implique reubicar la rutina de ella sino también por lo que se avecina con su romance. A lo largo de la película sospechamos que todo, si no saldrá mal, se complicará. El final juega con esta sospecha y es mejor así. Llama la atención que el título original remita a “los reportes” sobre ambos protagonistas. La referencia hace pensar en la manera en que Una separación (2011), de Asghar Farhadi, nos presentaba a sus personajes principales desde el comienzo: a través de cómo eran fotocopiados sus documentos de identidad. Si bien es injusta la comparación puesto que la película de Alayan carece de la minuciosidad de aquella, nos hace pensar que para la ley somos poco más que documentos con los cuales son fichadas las vidas de las personas. Finalmente, ambigüedades como de qué manera Sarah y Saleem son descubiertos o la proveniencia del vínculo entre Saleem y las acusaciones son las que mantienen la trama en movimiento hasta un final a la expectativa de la decisión. Porque no importa lo que diga la ley, sino hacia dónde han llevado a estas mujeres sus propias decisiones.
La relación adúltera que mantienen Sarah y Saleem resulta el punto de conflicto de este relato psicológico con pinceladas de thriller erótico y drama político. A partir de esta premisa, el film explora las tensiones que atraviesa el vínculo de la pareja protagónica, en la medida que el romance entre ambos queda expuesto y ambos se convierten en blanco de las autoridades de seguridad israelí. Bajo esta circunstancia, el romance adúltero de dos parejas casadas y la toma de conciencia de ambos (ella judía, el palestino) adquiere un cauce político inevitable, punto de quiebre insoslayable. El hecho de que se trate de un lugar geográfico semejante, en donde sus fuerzas del orden ejercen un estricto y extremo control, no resulta un dato menor. Matiz que otorga una dosis extra al affaire, ya que excede el ámbito privado para convertirse en un absoluto tema de estado. Premiada en numerosos festivales internacionales, esta co-producción entre Palestina y diversas cinematografías europeas nos presenta la historia de un ‘delito’ que puede convertir a ambos amantes en fugitivos de la ley. Escrita por Rami Alayan -hermano del director-, el film no abunda tanto en el factor religioso, sino que prefiere hacer foco en cómo lo político determina cierta toma de decisiones y el destino de la pareja una vez expuesta su traición. Afirmándose como un sólido ejercicio de reflexión para determinar si es el deseo o el amor (o ambos) los que dominan nuestras emociones y conductas, el film se diversifica mostrando los cuatro puntos de vista de las personas involucradas. Cada uno con sus motivos personales y en propia lucha por preservar el honor personal y el amor propio, los protagonistas de las historias cruzadas se ven inmersos en una encrucijada de dimensiones mayores: la relación prohibida que ambos amantes sostienen no sólo pone en peligro la estabilidad de las parejas, sino, aún más, a sus propias familiares involucrados. Apelando al costado más emotivo sin volverse melodramática, “El Affaire de Sarah y Saleem” abunda en los riesgos que atraviesa la pareja. En este sentido, las presiones físicas y mentales a las que son sometidas son construidas a modo de alegoría del conflicto que Israel y Palestina han sostenido por décadas: las luchas de poder y las dominancia de uno sobre otro conforman un peligroso juego de influencias, intereses, individualismos y conveniencias que desnuda la naturaleza social de la supremacía, aquí llevada al plano sexual y a las dimensiones que alcanza dicho engaño. Allí la película inclina su balanza acerca del juicio moral sobre sus personajes. Efectivo a la hora de transmitir las tensiones que suceden entre una Jerusalén polarizada, Muayad Alayan realiza un trabajo de cámara preciso, que potencia el realismo de las actuaciones que ofrece su dúo protagónico. Con pulso firme e intensidad, el realizador construye un relato uniforme e intrigante, donde la mentira consuma la traición y el deseo es inherente a la condición humana.
Es cierto, primero fue un affaire. Nada fuera de lo común, salvo por un detalle: él era un simple laburante, dependía de su cuñado y estaba esperando un hijo, y ella era dueña de un local, madre de familia y esposa de un coronel. Ampliando el detalle: él era un simple laburante palestino, ella era una propietaria judía casada con un coronel del ejército israelí, y la cosa transcurría a ambos lados de Jerusalen. Cuando los descubrieron, el affaire tomó cuerpo en varios informes. En suma, hay gente que no lo deja a uno tener un adulterio tranquilo, y convierte un asunto privado en una cuestión digna de investigación militar, manipulación a cargo de servicios secretos, escándalo público y bandera política. Dicen que la historia se basa en hechos reales, lo cual es bastante posible. También la reacción de la mujer ofendida, que enfrenta los hechos con llamativa entereza. Menos posible es que uno se enganche con la mujer adúltera, que es medio fea y bastante antipática. Será una cuestión de actitud, suponemos. Película interesante, algo amesetada y estirada, nos permite conocer a los hermanos Muayad Alayan, director, y Rami Musa Alayan, guionista, y, especialmente, a la morocha nazarena Maysa Abd Elhadi, ganadora del premio a Mejor Actriz en Durban por su rol de esposa engañada.
Es la historia, si se quiere de una o de varias traiciones. El affaire de Sarah y Saleem es, en la superficie, la crónica del romance clandestino de una israelí (Sarah) y un palestino (Saleem), ambos casados, con el trasfondo sociopolítico y religioso de Jerusalén. Porque bien pronto que alguien se entera del asunto, las acusaciones de un lado y del otro -el marido de Sarah es un militar- cobrarán fuerza y descubrirán un entramado en el que el honor, la lealtad -no sólo a la patria- y hasta la solidaridad y el amor verdadero jugarán sus cartas. No en vano el título original es The Reports on Sarah y Saleem (Los informes sobre…), ya que la inteligencia israelí toma rápidamente cartas en el asunto, por un desliz que los amantes cometen, lo que origina que se crea que ella ha sido reclutada por él como espía. Hay personajes secundarios -el policía que investiga; los esposos engañados- que van teniendo mayor lugar y preponderancia en la trama, hasta arribar a un final no por previsible fuera de lógica. La condición humana es la que se debate, con los códigos de honor, los sentimientos y la necesidad de saber la verdad. Sivane Kretchner, principalmente, y Adeeb Safadi más que cumplen en sus interpretaciones en esta película que se sigue con interés hasta poco antes de que llegue el desenlace.
El idilio entre Sarah y Saleem, ambos casados (ella israelí, él palestino), se desliza en las estrelladas noches de una dividida Jerusalén desde el juego amoroso hacia un complejo entramado de espionaje político y secretos militares ¿Cuál es el verdadero conflicto en esta historia? ¿El adulterio o el cruce de una frontera interna que parecía impenetrable? El director Muayad Alayan y su hermano, el guionista Rami Musa Alayan, delinean a sus personajes con la distancia justa que les ofrece la observación conjunta: los visten de contradicciones, de ambigüedades, de mentiras y verdades. El engaño adquiere así un doble estatuto: el de la lealtad marital y el de la fidelidad a deberes patrióticos y ancestrales. La película podría fácilmente haber decantado en el drama declarativo sobre diferencias y traiciones, pero evita con inteligencia ese rumbo. Es cierto que hay un contexto presente en signos evidentes: el marido coronel, el hermano paternalista, los interrogatorios violentos. Sin embargo, los recursos del thriller y la puesta en escena fluida y siempre en movimiento le permiten al director seguir las acciones de cerca, hacernos comprender los sentimientos de cada parte sin tomar partido, entender que los códigos de honor nunca resumen del todo la conducta humana. Y consigue que los personajes se despeguen de lo previsto, como la joven esposa palestina (notable Maisa Abd Elhadi) que construye su fortaleza en el mismo derrotero que la lleva a la desilusión.
Dirigida por Muayad Alayan y escrita por Rami Musa Alayan, "El affair de Saleem y Sarah" es una película palestina que gira en torno a un romance extramarital que tendrá consecuencias a causa del contexto político que los rodea. Sarah es una mujer israelí que está casada con un coronel del ejército y tiene una hija pequeña. También lleva adelante un café que ama; no es su primer intento, pues el trabajo de su marido la hace mudarse más seguido de lo que quisiera. Saleem es palestino, trabaja haciendo entregas y está casado con una mujer que espera un hijo. Aunque se la pase trabajando apenas puede mantenerlos. Sarah y Saleem se encuentran, conectan sin muchas palabras pero con el cuerpo, y aprovechan sus situaciones (un marido que no está todo el tiempo, o un trabajo que exige horarios distintos y puede dibujar) para estar juntos sin muchas pretensiones más que ese escape, que ese momento de distención. Lo que empieza como algo inofensivo (digamos, porque a la larga un encuentro entre ellos dos es mucho más peligroso que un simple encuentro entre dos amantes) toma otras tintes después de un viaje a Belén. Saleem es contratado para llevar algo hacia esos pagos y ella la acompaña. Aprovechan estar más lejos y que nadie los conoce y salen a un bar. Pero un altercado que parece quedar ahí no queda ahí y todo se irá complicando más y más. Primero para Saleem, que es arrestado y lo acusan de querer reclutar a una mujer israelí para prostituirla. Algo que no tiene ni pies ni cabezas pero le cuesta refutar al no querer exponer a Sarah. Sin embargo, en algún momento se va a encontrar a esta mujer con la que Saleem engañó a la suya. Saleem no es acusado sólo de engañar a su mujer, sino a su patria. A lo largo de toda la película seguirán apareciendo cosas que compliquen la situación, ya no sólo la de él, y a la larga quedará expuesta la complicada situación política que hay entre los dos. “Sólo es sexo”, y de repente eso nada más amenaza con acabar con la vida que cada uno armó por separado. No estamos ante un drama romántico, no es esa la historia que hay acá para contar. "El affair de Sarah y Saleem" es un drama socio-político que va desarrollando su trama con paciencia y cuidado y sin embargo en las poco más de dos horas de duración no decae ni pierde el interés. Un film interesante y rico, construido con sólidos ladrillos y con una estética sobria, de cámara en mano, que le imprimen al film un registro más bien naturalista.
Este tipo de historia de amores prohibidos casi siempre contiene cierto atractivo; algo similar ocurre con “Romeo y Julieta”, aquí la pasión se sitúa en oriente entre una israelí y un palestino, ambos casados, ella tiene una hija y él uno por nacer, los conflictos son sociales, políticos y religiosos y un hecho los pone entre la espada y la pared. “Los informes sobre Sarah y Saleem” se encuentra dirigida por el palestino Muayad Alayan, y el guión es de su hermano Rami Musa Alayan, un relato que comienza con un largo flashback, luego nos pone cara a cara con la situación, tiene un ritmo intenso, atractivo, mantiene pendiente al espectador en cada detalle, contando con destacadas actuaciones y locaciones. El conflicto israelí-palestino nos causa dolor y algunos no llegamos a comprender ese distanciamiento, donde sigue presente la antipatía y la violencia.
LOS AMANTES IMPOSIBLES Desde El insulto de Ziad Doueiri, el cine palestino/libanés e israelita utiliza dramas cotidianos aprovechando el contexto sociopolítico presente entre la persistente intolerancia y confrontación de estos dos pueblos para amalgamarlo con total naturalidad. Esta vez no sólo saldrá a la luz la relación extramatrimonial por partida doble de un repartidor de panadería llamado Saleem y la dueña de un café de Jersualén, Sarah, sino también los contrastes que acarrea un malentendido policial que los afectará negativamente a nuestros enamorados. El affaire de Sarah y Saleem comienza como una superficial exposición entre el mundo clandestino de estos dos apasionados y escondidos de las miradas ajenas, para develar una trama más interesante y profunda como si de extirpar gajos de mandarina y saborearlos se tratara. Así, otras aristas empiezan a salir a la luz. Los protagonistas se ven envueltos en una espiral de graves consecuencias por no revelar la sencillez de los actos de un adulterio. Espiral que acarrea a personajes secundarios que van tomando relevancia total como las parejas traicionadas por las dos partes, compañeros laborales y un contexto social como consecuencia del injusto encarcelamiento de Saleem por “espionaje político con cómplice externo”. Si bien Muayad Alayan se explaya en una duración un poco excedida de minutos y con un comienzo tibio, logra encajar todas la piezas necesarias para que la casualidad enganche de forma natural durante el desarrollo potente de este infierno dantesco. Por ello es que no ha escapado a la mirada del público que la hizo ganadora en el Festival de Rottedam. Temas como el honor, la patria, la violencia y las mentiras toman vital importancia en la película para exponer una realidad actual tan lejana a la nuestra. Alayan logra ser lo más objetivo posible, dejando que las historias particulares continúen su rumbo sin tomar partido por ninguna. Y esto puede verse con claridad en el personaje de la mujer de Saleem, que embarazada logra reconstruirse y fortalecerse desde la humillación propiciada por su compañero.
Sarah (Sivane Kretchner) es una mujer judía dueña de un café en Jerusalén Oeste, está casada con David (Ishai Golan), un coronel del ejército israelí siempre demasiado preocupado por su carrera y no lo suficiente por su matrimonio. Sarah y David tienen una hija pequeña, quien ya está acostumbrada a las reiteradas mudanzas causadas por la carrera militar de su padre. La que no está acostumbrada es Sarah, sobre todo porque cada vez que se van a vivir a un lugar nuevo tiene que empezar de cero con un nuevo café. Así, ser dueña de su vida es una mera fantasía. Saleem (Adeeb Safadi) es palestino, vive en Jerusalén Este y es repartidor de productos de panadería, un trabajo mal pago que no le permite costear todos los gastos de la casa, más aún cuando su esposa, Bisan (Maisa Abd Elhadi) pronto va tener su primer hijo. Por eso acepta la propuesta de su cuñado para contrabandear distintas cosas al otro lado del muro. Que la tarea es riesgosa es obvio, pero también es obvio que necesita el dinero. Por eso, realmente, no tiene elección. Un día como cualquier otro, Saleem conoce a Sarah en su café, uno de los comercios en los que reparte panes. Casi sin querer, se gustan, se sienten cómodos juntos, se animan a empezar una especie de romance. Hay cariño y cierto afecto, pero no enamoramiento. Lo que sí los une es el placer del sexo que, aparte, les permite evadirse un poco de sus vidas tan atribuladas. Pero nunca se muestran juntos, sus encuentros son secretos y furtivos. Hasta que un día cometen un error no menor que va a tener consecuencias irreparables. Y no solo en el orden personal, sino fundamentalmente en el orden de lo político. Porque, antes que cualquier otra cosa, Sarah y Saleem son una mujer judía y un hombre palestino en una tierra de profundas divisiones que no perdonan. Mezcla de thriller político y melodrama, El affaire de Sarah y Saleem, dirigida por Muayad Alayan (Love, Theft, and Other Entanglements), ganó el Premio del Público en el Festival de Rotterdam, seguramente por su marcada habilidad para narrar una historia que es, por un lado, intimista y universal, y por otro lado política y particular. Porque no hace falta estar muy versado en el conflicto árabe-israelí para involucrarse con lo que les pasa a Sarah y Saleem. Después de todo, lo que subyace aquí son los afectos que comparten dos personas que pertenecen a sectores de la sociedad con diferencias irreconciliables. Por otra parte, la mirada socio política es aguda y detallista, haciendo foco en las relaciones de poder, manipulación y dominación que hacen a estos territorios en conflicto. Que el acento esté siempre puesto en la dimensión personal del drama es un acierto porque por ese lado se relaciona el espectador con estos personajes. Que, a la vez, no pierda de vista el marco en el que inscriben es otro acierto, porque este marco no es un simple telón de fondo. Y que el pendular entre estos dos polos esté tan bien equilibrado es lo más admirable. Queda claro, entonces, hasta qué punto lo social y lo político condicionan y determinan lo más personal de una persona. Por más que Sarah y Saleem se esfuercen por reparar sus errores y no interponerse en la lucha entre los dos pueblos, lo cierto es que hagan lo que hagan van a salir mal parados. Es que, en gran medida, su suerte está echada de antemano. Incluso cuando a veces se intenta apagar el fuego, puede ser que incluso se lo avive más. Claramente, El affair de Sarah y Saleem no es una película optimista, sino una considerablemente realista, con todo lo doloroso que eso conlleva. Pero tampoco es irremediablemente oscura ya que da por sentado que no exista salida para absolutamente nadie. Porque sí sugiere la posibilidad de un futuro mejor a partir del entendimiento mutuo de los conflictos, pero también señala que el precio a pagar puede ser alto. Y que se hace lo que se puede con lo que se tiene. Y si no es mucho, al menos es mejor que nada. El affaire de Sarah y Saleem (The Reports on Sarah and Saleem, Palestina, Holanda, Alemania, México, 2018). Puntaje: 8 Dirigida por Muayad Alayan. Escrita por Rami Ayalan. Con Adeeb Safadi, Saleem Sivane, Kretchner, Sarah Ishai Golan, David Maisa Abd Elhadi. Fotografía: Sebastian Bock. Música: Frank Gelat, Charlie Rishmawi, Tarek Abu Salameh. Duración: 127 minutos.