El acoso

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Ya desde su título en castellano, queda claro que El acoso es uno de los tantos cauces de expresión que, de un tiempo a esta parte, la ola feminista viene encontrando en el cine. Esta película bien podría funcionar como bandera de los reclamos de las mujeres, porque expone un caso de acoso sexual desde el grado cero y, con el ejemplo, responde didácticamente a casi todas las preguntas insidiosas que suelen plantearse ante cada nueva denuncia.

¿Por qué no renunciaste? ¿Por qué no lo denunciaste antes? ¿Por qué no se lo contaste a nadie? ¿Por qué él haría algo así, si tiene dinero y puede conseguir a cualquier mujer? La israelí Michal Aviad adopta el punto de vista de la víctima y consigue una empatía que nos hace comprender la mezcla de miedo, impotencia y vergüenza que puede sentir una mujer que es hostigada por una figura con poder (en este caso, su jefe). Un cóctel paralizante que es la respuesta para gran parte de las objeciones que suelen aparecer en estos casos.

A diferencia de las protagonistas del MeToo, Orna es una mujer anónima de clase media, que necesita trabajar para mantener un hogar que incluye marido y tres hijos. Con este planteo, Aviad mata dos pájaros de un tiro y, de paso, pone en escena otro de los reclamos feministas históricos: la problemática de las madres trabajadoras. Que en este caso es compartida en parte por el marido, tan trabajador y padre como ella.

Además de ser pedagógica -la directora también es docente universitaria-, El acoso tiene una alta carga de suspenso, que va más allá de su previsibilidad: sabemos -o creemos saber- lo que va a pasar, pero no en qué momento. Si no se trata de una gran película, es tal vez porque en su camino instructivo abandona la complejidad moral y, además, cede a la tentación de un final tranquilizador.