El abrazo de la serpiente

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

La boa que cayó del cielo

La trama es literalmente una travesía —cargada de simbolismos— por la naturaleza primordial y salvaje del corazón sudamericano. Su hilo conductor lo componen un chamán aborigen (Karamakate) guía de dos exploradores científicos que, en distintos tiempos, tienen un mismo objetivo: localizar la extinguida yakruna, una planta de poderes curativos.
La historia es una fascinante exploración del choque cultural entre lo civilizado y racional, que separa y divide, frente a una cosmovisión integradora del mundo, donde los sueños abren caminos y acercan enseñanzas.
El film se desarrolla y avanza entre lo real y lo onírico, entre el misticismo y la crítica social, con la constante del manejo ambiguo y desconcertante del tiempo, donde el chamán es siempre el mismo (Karamakate), pero lo vemos tanto anciano como en plena juventud, según se narra la historia de uno u otro explorador. Todo se entrecruza (las subtramas principales y paralelas transcurren entre 1909 y 1940).
Con dosis justas de simbolismos y metáforas visuales, desde el mismo título del filme, la historia está siempre atravesada por la dualidad: dos expediciones con mucho en común y también complementarias; un científico viejo y enfermo vs. chamán joven; el otro, es un expedicionario solitario, joven y fuerte vs. chamán anciano. Todos, incluyendo a los espectadores, participan de una exploración visualmente hipnótica del hombre, la naturaleza y los poderes destructivos del choque cultural. Una travesía no exenta de terror y belleza.
Nada complaciente
El centro de la película encierra una reflexión crítica, poco complaciente, con ecos del Conrad de “El corazón de las tinieblas” y su amarga resonancia sobre el choque de culturas, que se visualiza en cicatrices sobre la espalda de los indios; dibujos borrados; piedras y troncos arañados; vestimenta que cubre la desnudez, cambiando la inocencia por la culpa.
Un halo de misticismo acompaña todo el film, junto con la visión del indígena, que nos permite apreciar ese lugar sagrado de forma tan especial e íntima, esa cosmogonía donde la boa es sagrada porque cayó del cielo y se transformó en ese río serpiente que posibilita la vida y que tanto protagonismo estético tiene en la bellísima fotografía en blanco y negro.
Están presentes en la historia, todas las críticas que se han hecho y se hacen a la degradación de la selva amazónica, al colonialismo que arrasa culturas y sus mundos, esclavizando y evangelizando, en pos de riquezas materiales.
Ciro Guerra no pertenece a una vanguardia de cine formalmente nuevo; sin embargo su película puede encabezar con toda justicia esta nueva etapa del cine colombiano de proyección internacional. Al final, cambia la técnica: aparece el color y el relato escapa hacia otra cosa. Esa repentina derivación no funciona demasiado bien, pero en la inmensa mayoría de su metraje “El abrazo...” es una experiencia tan atrapante como emocionante.
Con luz propia
“El abrazo...” tributa tanto a películas y libros de aventura como de denuncias acerca del infierno verde en la selva amazónica. Se asemeja también a narraciones que circulan entre la literatura, el misticismo y la antropología, como las de Carlos Castaneda. Sin embargo, tiene el mérito de brillar con luz propia.
La majestuosidad de la naturaleza es la verdadera estrella de la película que transmite la gloria del follaje, el oleaje del río, los dibujos del cielo que se reiteran en el agua y el luminoso perlado de la fotografía en súper 35 mm, que registra el paraíso y el infierno verde en los colores básicos del cine. La fotografía en blanco y negro aporta expresividad visual, matices y escalas en la creación de formas a través de la luz y la sombra. A pesar de algunas decisiones estilísticas temerarias, pero rara vez precisas, sus encuadres hipnóticos se amoldan a los sonidos y la música étnica que ayuda enormemente a introducir al espectador en el movimiento de la selva.
Nominado al Oscar como mejor película extranjera y premiado en festivales como Cannes y Mar del Plata, este tercer largometraje del colombiano Ciro Guerra marca un hito de calidad para el cine latinoamericano a la hora de abordar sus mitos y tradiciones con proyección universal.