El abrazo de la serpiente

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

…Si pudiera vivir nuevamente mi vida…No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más….Sería menos higiénico.

Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría

más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares adonde nunca he ido…Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora…Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios

de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño….

Esta suerte de testamento que constituye Instantes, uno de los poemas autocríticos que reescribiese Jorge Luis Borges a sus 85 años, da cuenta del fenómeno que representa estar a punto de morir sin haber llegado a acomodarse los propios sueños. Y esto es independiente de la capacidad de discernimiento de la persona en cuestión. Y es sin duda una metáfora de esa verdad que podemos llegar a sentir como más real que lo real.

Pasado y presente, ciencia y saber milenario, dos exploradores en dos tiempos diferentes y un mismo chamán son los protagonistas de un relato mágico, que va hacia una búsqueda de reencuentro con el ser que son. Pero en este viaje, que sabemos será la muerte de esta como tantas culturas milenarias de nuestra querida Latinoamérica… también sabremos, que todo aquello que los blancos no pudieron aprender habrá de contribuir tarde o temprano al fin de todos.

El abrazo de la serpiente es seguramente uno de esos films que permanecerán grabados en nuestra memoria para siempre. Tanto por su intenso carácter humano, como por lo mágico que presupone bucear en el interior de dos culturas…dos modos antagónicos de ver y percibir el mundo.

Con un guión basado en los diarios de viaje de los exploradores Richard Evans Schultes y Theodor Koch-Grunberg, su director inicia un proyecto complejo y ambicioso, que le lleva 5 años para concluir. Y para ello contó con la participación de verdaderos indígenas.

Hablada en español, alemán, portugués, witoto y cubeo, y rodada entre Guanía y Vaupés, -como en las antiguas leyendas fundacionales- Guerra narra la historia de Evans, un científico e investigador americano, que busca una planta exótica (la yakruna) en el laberinto de la amazonia. En su recorrido encuentra al chamán Karamakate, quien después de mostrar rechazo decide ayudarlo. Ambos inician un viaje, que poco a poco irá despertando la memoria dormida de Karamakate, -ahora anciano-. Allí surgirán recuerdos de otro viaje, ocurrido muchos años antes, en que él fue también el guía de otro expedicionario, el alemán Theo, enfermo y que necesitaba ayuda. Karamakate, Theo y Manduca (indio que auxiliaba a Theo) salieron en busca de la misma yakruna que Evans desea encontrar, cuyos secretos escondidos en la selva contribuirán a un despertar de la conciencia, lugar desde donde, posiblemente, le será difícil retornar.

El film se estrenó en Colombia en el mes de mayo, poco después de su paso por el Festival de Cannes, donde recibió el premio C.I.C.A.E. (Confédération Internationale des Cinémas d’Art et d’Essai). En la Quinzena de los Realizadores.

Ciro Guerra pone su acento en el carácter espiritual de los pueblos originarios de su país. El que opera, no sólo como sostenimiento de la moral de un pueblo, sino como marca de su identidad.

Dios le dio al hombre conocimiento y libre albedrío, pero su inteligencia generalmente deviene cruel. Sabemos que ninguna criatura puede ser más falsa y violenta que el ser humano, y desde que el mundo tiene conciencia comprobamos, que la justicia del universo premia con poder a la brutalidad. Lo que el hombre no sabe es que con esa actitud se va destruyendo así mismo.

En este mundo terriblemente consumista es difícil imaginar lo que propone la cultura indígena:, donde para encontrarse a sí mismo, primero que nada, debe dejar todo…desapegarse de lo material, aunque esto sea el testigo de los descubrimientos…luego internarse en la selva, y dejarse llevar por sus sueños.

La sociedad occidental judeo-cristiana se encuentra atravesada por el imperativo divino plasmado en que los hombres fueron hechos a imagen y semejanza de Dios, quien los bendijo, y de viva voz les dio orden y legitimación para que sean fecundos, se multipliquen, y llenen la tierra. Lo que no les dijo fue que la sometan. La referida interpretación podría ser el sustento que lo legitima como sujeto dominador y explotador indiscriminado del resto. Dicho mandato entonces atravesaría toda la cosmovisión de Occidente en donde la relación de poder claramente se verifica en forma verticalista. A diferencia, los pueblos indígenas que no han conocido la Torá, y que por lo tanto han carecido de este mandato divino, podrían haber vivenciado una relación de carácter horizontal con sus semejantes. Entorno, en el que han desarrollado y cristalizado pensamientos y conductas igualitarias en su interacción con la naturaleza. Relación sobre la cual, aún en las actuales condiciones de horrores cometidos, es bueno que podamos reflexionar. Y seguramente que como espectadores será difícil no hacerlo, como será muy difícil no emocionarnos.

Esperamos, porque cuenta con todas las posibilidades, que El abrazo de la serpiente, -el único film latinoamericano presente en la lista del Oscar al mejor filme en lengua extranjera- este 26 de febrero obtenga merecidamente a mejor película hablada en lengua extranjera Se lo merece con creces.