El abogado del crimen

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Los nefastos niveles de la mafia del tercer milenio

"La globalización es la mafia", ha dicho el escritor y filósofo italiano Gianni Vattimo, quien simplemente constató una verdad. Y aunque "la verdad no tiene temperatura", como afirma uno de los personajes de este filme, siempre quema a quienes osan acercarse demasiado.
Vattimo alude a la mafia del tercer milenio, que ya no sólo trafica drogas, sino misiles y diamantes, controla el mercado negro de las obras de arte y las grandes obras civiles, y lava dinero en paraísos fiscales.
Sus artífices viven en Londres, Nueva York, Hong Kong, Moscú o París, son invisibles a los ojos del mundo y suelen actuar en complicidad con los gobiernos, aunque no necesitan de ellos. Simplemente los usan.
La mafia del tercer milenio se mueve en tres niveles. En el primero están los ya mencionados; en el segundo aparecen los monigotes, con o sin mostachos, que cumplen órdenes y ríen mucho, aunque nunca son los últimos en reír.
En el tercero figuran los que hacen el trabajo sucio. Son los que matan y mueren. Los gobiernos actúan sobre estos y, eventualmente, sobre los del segundo nivel, cuando pretenden volar con alas propias, olvidándose que son nada más que intermediarios.
Esta realidad es la que expone Ridley Scott en este filme, un poco groseramente, es cierto, a partir de un guión aportado por Cormac McCarthy, autor de Sin lugar para los débiles, con la que El abogado del crimen guarda algunas similitudes estilísticas.
Los personajes claves son Westray (Pitt), el sonriente Reiner (Bardem), y la amante de éste llamada Malkina (Cameron Díaz).
También el "abogado" (Fassbender), que sonríe y no tiene nombre, porque simboliza a todos los inversionistas de riesgo que se creen inteligentes. Y Laura (Penélope Cruz), su prometida. Personajes que en raptos de sarcasmo se atreven hablar de moral.
El motor de la acción es un cargamento de drogas valuado en veinte millones de dólares, transportado dentro de un camión atmosférico. Violencia mediante, el botín pasa por varias manos y en algún momento inclusive se pierde el contacto, aunque uno de los personajes afirma que siempre supo su ubicación.
Varios mueren atrozmente, porque la mafia nunca perdona. Ni siquiera a quien dice que podría vivir sembrando rabanitos, porque ya armó su colchón de dólares.
El director se dedica a caracterizar a sus personajes y por eso incluye prolongados diálogos. Menciona las películas snuff y describe con imágenes repelentes el sanguinario modus operandi de los cárteles.
Se trata de un filme difícil de encasillar, porque es una mezcla de géneros, pero no es un "zafarrancho". No abunda la acción, porque la atención está puesta en los personajes.
Es buena la tarea de Fassbender hasta el momento que comienza a llorar sobre "la sangre derramada"; Bardem exhibe un rostro diabólico; Pitt se presume previsor; Cruz hace bien el papel de inocentona enamorada del dinero, y Díaz es un gran interrogante, hasta que demuestra su verdadero perfil.