El abogado del crimen

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

Por no tener un buen consejero

Como se explicita en la primera escena de este filme, el protagonista está dispuesto a satisfacer a su amada en todo sentido, y por ello no piensa resignar su nivel de vida. Esa decisión lo lleva a tomar otras más arriesgadas, meterse en negocios peligrosos, a simple vista sencillos, pero de esos que suelen complicarse, y cuando eso sucede no queda otra que intentar escapar de una muerte más que segura.
Para contar esta historia el novelista Cormack McCarthy eligió como escenario a la frontera que divide a México de los EE.UU., zona caliente del narcotráfico. Allí está el "abogado", sujeto cuyo nombre nunca conoceremos y que está fuertemente vinculado a personajes de dudosa reputación; entre ellos Reiner y Westray, roles a cargo de Javier Bardem y Brad Pitt, respectivamente. Cameron Díaz interpreta a la inquietante y perversa Malkina, pareja de Reiner, en tanto Penélope Cruz es la prometida del abogado.
El filme no tarda mucho en mostrar sus fallas. La primera está en el guión de McCarthy, tipo talentoso que escribió novelas muy interesantes pero que aquí como guionista hace agua. Javier Bardem aparece con, tal vez, el peor personaje que le haya tocado presentar en su carrera. Caricaturesco, superficial y sin sentido es Reiner, que anda erráticamente por la historia al igual que el que le tocó a Penélope Cruz, de una intrascendencia pasmosa. Brad Pitt hace lo suyo, como de paso, mientras Fassbender debe lidiar con conflictos más internos que lo lleva a un registro que contrasta con los diálogos impostados y pretenciosos -de esos que llevan una frase con destino de calendario- que debe pronunciar Díaz, y ni hablar de la insufrible perorata que le toca dar a Rubén Blades., en una de las escenas más insoportables que hemos visto últimamente.
Con todo esto Ridley Scott intenta contar la historia como puede, pero le sale mal, y el resultado es un bodrio pretencioso con grandes actores -si hasta hay una breve participación de Bruno Ganz-, que acaba en un desperdicio absoluto de talento.