El 5 de Talleres

Crítica de Gabriel Piquet - Fancinema

Costumbrismo que achica

El número 5 de Talleres de Remedios de Escalada está cumpliendo una suspensión de varias fechas tras ser expulsado por una falta que le cometió a un adversario. Mientras espera volver para los últimos partidos del torneo, toma la decisión de retirarse del fútbol. Con estética de costumbrismo televisivo, de la que no puede liberarse del todo de sus clichés menos felices, el argentino radicado en Uruguay, Adrián Biniez, aborda en su segundo largometraje tras Gigante una historia pequeña, ambientada en un universo reconocible sin grandes picos dramáticos y con un humor que en ocasiones funciona.

Mucho de lo bueno que ocurre en la película se debe a su pareja protagónica: Esteban Lamothe y Julieta Zylberberg (gran actriz que maneja interesantes recursos para la comedia) tienen química (como que son pareja en la vida real) para que sus diálogos no parezcan forzados e inclusive logren momentos muy divertidos. También, la película tiene una original mirada sobre la vida de jugadores de fútbol que no viven sólo de eso (el protagonista hace changas fumigando) y sobre lo que les sucede tanto a profesionales como amateurs, el famoso pozo depresivo luego de varios años haciendo lo mismo y no saber qué hacer con sus vidas cuando se retiran de la actividad.

Pero El 5 de Talleres se pierde un poco desde su aspecto formal, al tener una mirada un tanto televisiva en el uso de planos, con la filtración de elementos costumbristas que no terminan de cuajar o hallar un aspecto renovado. En ese sentido, algunos chistes algo obvios pierden gracia (el que llama por teléfono al programa de fútbol mientras es entrevistado “El Patón”) y acercan la película al formato de una tira televisiva obvia.