El 5 de Talleres

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

CLAVADA EN EL ÁNGULO

Una mezcla de nervios y excitación los invade mientras caminan por los pasillos; unos pasillos que resultan interminables, mientras sienten el fervor de la hinchada con sus banderas, cantos y bombos. En ese tramo se combina la pasión, la energía y el famoso “pongan huevo” hasta la salida a la cancha. Porque de eso mismo se trata el fútbol: de ese encuentro tan único y particular, como una modalidad aurática.

Eso lo sabe bien Sergio “Patón” Bonassiolle (Esteban Lamothe), mediocampista y capitán de Talleres de Remedio de Escalada. Sin embargo, aquel mundo de vestuarios, cánticos y juego empieza a derrumbarse tras una roja directa y ocho fechas de suspensión. Este tiempo libre actuará como catalizador sobre su futuro, pues los 35 años comienzan a pesar y la idea del retiro deja de ser una simple posibilidad para convertirse en un hecho.

Patón cuenta con el apoyo de su esposa Ale (Julieta Zylberberg, pareja de Lamothe en la vida real), quien no sólo lo acompaña en la decisión, sino que también intenta pensar qué negocio pueden realizar juntos para iniciar su nueva vida.

Al igual que en los demás deportes, el fútbol expone otros elementos que conforman su magia tales como el surgimiento de los ídolos, o el compromiso de los fanáticos y jugadores para con el club, la idea de grupo. Y es dentro de esta variedad donde se desprenden los ejes centrales de El 5 de Talleres, la segunda película del director argentino y radicado en Uruguay, Adrián Biniez. Dichos ejes son: la pérdida de la juventud y el retiro de un jugador.

Si bien ambos temas se complementan y mantienen cierta reciprocidad, Biniez consigue desglosarlos y otorgarles grados de importancia distinta. De esta forma, el retiro del capitán del equipo de la Primera C cobra mayor importancia y da pie al tema de la pérdida de la juventud que se tratará hacia el final del filme.

Es interesante pensar que, a pesar de la fuerte impronta costumbrista reforzada por un lado, a través de las escenas domésticas como la convivencia y, por otro, a partir de los momentos relacionados con la vida barrial y del club, el director incluya ciertos elementos que quiebran esa atmósfera para habilitar otros ritmos y reflexiones.

Un ejemplo es la escena del estacionamiento del shopping. Allí, Patón recorre el establecimiento primero para consultar sobre ventas mayoristas, uno de los posibles negocios tras el retiro, y luego va a un local para consultar sobre una guitarra acústica, una de sus fantasías de adolescente jamás cumplida. Cuando ya no queda nada más que hacer en el shopping, Bonassiolle va al estacionamiento a buscar su auto pero no lo encuentra. Sube y baja las escaleras, recorre las distintas filas, pregunta hasta que al final, patea un tacho de basura y se pone a llorar. Lo atractivo de la escena es el trabajo de Biniez para convertir la pérdida del auto de Lamothe en una metáfora de su propia vida, como aquel nuevo camino luego del retiro, ese futuro incierto y temerario que se aproxima a pasos agigantados.

De esta forma, Biniez no sólo opera dentro de ciertos rasgos distintivos del costumbrismo, sino que también se vale de otros recursos y los inserta de manera que permite variaciones en el relato. Entonces, El 5… mantiene un ritmo pero, a su vez, crea tensiones y pausas que descomprimen la rutina. Así como ese momento previo al partido, donde el frenesí de los hinchas contagia a los jugadores para dejar todo en la cancha. De la misma manera, en la que el “pongan huevo” se hace más efectivo que nunca: en el sudor de la camiseta.

Por Brenda Caletti
redaccion@cineramaplus.com.ar