El 5 de Talleres

Crítica de Blanca María Monzón - Leedor.com

El fútbol que no vemos

Del director de Gigante (2009), El 5 de Talleres, es un film que habla sobre ese otro fútbol, sobre las pequeñas y grandes pasiones barriales, sobre el modo en que sus jugadores se debaten entre el deseo de jugar y la necesidad de sobrevivir. Porque la mayoría tiene la necesidad de trabajar en otra cosa, que quizá se encuentra muy distante de sus deseos y de la sana costumbre de compartir el juego, el juego enteramente lúdico, distante de las conveniencias, de los negocios, de las barras bravas… fuera del entretejido habitual de los grandes cuadros.

Dentro de ese clima el personaje de “Patón” se mueve entre una sólida y tierna historia familiar, y el hecho de saber que a una edad determinada debe pensar en realizar algún tipo de negocio para enfrentar su futuro en familia.

Pero a la vez el film habla del amor, de la superación, de las relaciones barriales, y de los sentimientos que los mueven para continuar. Pero acá el fútbol aparece subordinado a la historia de amor.

Imposible no asociar a Metegol de Campanella, con todas las distancias, que comienzan por el género. Me refiero a cierta ingenuidad y a esa simpleza, que por momentos adquiere ribetes épicos. El personaje de Patón es sin duda un personaje rústico, cuya historia individual pesa considerablemente en el argumento del relato.

Y porque el film habla mucho sobre la intimidad de esta pareja, que parece no tener fisuras. Y que sin duda, hace uso de todo aquello que implica tener una relación afectuosa y física, que tiene mucho de adolescentes siempre dispuestos a lo corporal.

Un film fresco, tierno e idealista que seguramente va a conquistar al espectador fácilmente.