Efectos colaterales

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Una virtuosa ¿despedida?

Efectos colaterales empieza por el final. Las manchas de sangre que se ven por todo un departamento en la primera escena nos aseguran que algo trágico ha ocurrido (y, claro, ocurrirá en la laberíntica narración del film).

Ese misterio sólo se resolverá al promediar el relato, pero es una de las tantas sorpresas que este ¿último? trabajo del director Steven Soderbergh (anunció que abandona el cine) tiene reservado para el espectador.

El guión de Scott Z. Burns -habitual colaborador de Soderbergh- propone otra despiadada y cuestionadora mirada sobre la codicia y otras miserias del capitalismo más salvaje. Aquí, el mundo no se divide, como en la mayoría de los thrillers hollywoodenses, entre buenos y malos sino entre personajes que todavía conservan alguna mínima reserva ética y aquellos que están dispuestos a todo por dinero.

La película tiene como protagonista a Emily Taylor (Rooney Mara, en otro trabajo perturbador y lleno de matices luego de La chica del dragón tatuado ), una veinteañera que trabaja como diseñadora gráfica en una agencia de publicidad neoyorquina. Casada con un financista (Channing Tatum), que ha ido a la cárcel por fraude, su vida transcurre entre depresiones e intentos de suicidio. Cuando su marido sale de prisión y ella inicia un tratamiento con un psiquiatra (Jude Law), quien le receta un medicamento aún en fase experimental, su situación parece estabilizarse. Pero se trata sólo de una ilusión pasajera.

Ese es el planteo de la notable primera parte de Efectos colaterales , un film de neto corte alucinatorio que aborda la paranoia, los descensos a los infiernos íntimos de los cuatro personajes principales (a los tres citados se le suma una psiquiatra bastante perversa interpretada por Catherine Zeta-Jones).

Soderbergh -un cineasta virtuoso que se encarga de dirigir a los actores, de la cámara, de la fotografía y de la edición de sus trabajos- ratifica una vez más su enorme ductilidad para la puesta en escena y para la creación de climas inquietantes. Si bien la segunda mitad no es tan convincente como la primera (la trama tiene demasiadas vueltas de tuerca y algunos golpes de efecto a-la- Atracción fatal ), el prolífico realizador de La gran estafa, Traffic y Erin Brockovich consigue una película que resulta atrapante y demoledora.