Ecuación

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Mueca, antes que copia

El resultado es una mueca de aquellos arquetipos del género en los que la película está inspirada.

“La película contiene todos los condimentos arquetípicos del género. Porque hacer un cine de género, al contrario de lo que se suele creer, requiere del respeto de reglas más rígidas que las del cine de autor, en donde el director está liberado a construir las suyas”, explica Sergio Mazurek, el director, en la gacetilla de prensa. El problema aparece cuando el afán por seguir esas pautas convierte a la obra en una mera repetición de esquemas y fórmulas sin una impronta propia. No se pide originalidad -que, al fin y al cabo, es una cualidad sobreestimada- pero sí que haya al menos algún toque personal, que los mismos ingredientes sean utilizados de otra manera. De lo contrario, la película podrá llenar los casilleros del formulario de admisión en el género -en este caso, terror psicológico o thriller fantástico- pero se transforma en una réplica sin gracia de aquello en lo que está inspirada.

En Ecuación hay rastros de El abogado del diablo, de Pi, de El código Da Vinci. Un médico (Carlos Echevarría) empieza a verse rodeado de muertes, todas con la presencia de un misterioso viejo como factor común: la investigación de estos sucesos lo pone en contacto con un submundo matemático-esotérico en el que se hunde más y más con cada nueva pista. Este tipo de tramas afrontan un desafío mayor: que las explicaciones que va encontrando el protagonista sean comprensibles y no resulten abrumadoras. Pero aquí los personajes se encuentran diciendo intrincados parlamentos que aburren, oscurecen más de lo que aclaran y restan interés en lugar de aumentarlo.

Si a esto se le suman actuaciones poco convincentes, la aparición de flashbacks innecesarios y una escasez presupuestaria que se nota demasiado, el resultado es una mueca de aquellos arquetipos del género en los que está inspirada.