Ecos de un crimen

Crítica de Soledad Colina - CineFreaks

La tradición del cine.

Julián Lemar, un exitoso escritor de novelas de crimen y suspenso, decide viajar junto a su esposa e hijos a una alejada cabaña, un poco en plan de descanso, pero también con la idea de encontrar algo de inspiración creativa en la escritura de su nuevo libro. Ya en el lugar, una noche lluviosa, Juan y su familia reciben la inesperada visita de una angustiada mujer que asegura que su marido mató a su bebé y que pretende atentar contra su vida. Será a partir de este confuso hecho cuando la noche se volverá peligrosa, oscura, infernal.

El director Cristian Bernard decide apostar en su más reciente película por un género poco transitado en nuestro cine: el thriller psicológico. Y lo hace de una manera muy noble con una gran dirección de actores, un notable virtuosismo técnico y visual, amén de un espíritu cinéfilo que homenajea a su vez a icónicos exponentes del género, pero desde el lugar de la tradición y el respeto.

Lemar, protagonizado por Diego Peretti, en un papel ideal para su impronta y presencia, está caracterizado como un escritor de la vieja escuela. Brillante cada vez que se sienta frente a su máquina de escribir, pero muy frágil emocionalmente, busca en estas vacaciones familiares una vía de escape mientras cursa un tratamiento psiquiátrico tras sufrir un colapso nervioso. Pero este descanso tendrá mucho más de pesadilla de lo que imaginaba…

Me toca aclarar que el paralelismo de este personaje ficcional con el real escritor norteamericano Stephen King es una obviedad, más que nada por el rubro temático que ambos manejan con soltura. A esta servidora se le vino mucho más a la mente, obvio a la hora de una inspiración, el Jack Torrance del clásico El resplandor, dirigida en 1980 por Stanley Kubrick y basado justamente en un libro de King. Tanto Julián como Jack comparten un espacio físico similar, una antigua cabaña en medio de la nada el primero, un hotel oculto en la nieve el segundo, dónde sus fragilidades mentales son puestas a prueba todo el tiempo, ya debido a las circunstancias o la paulatina desintegración o degradación de las mismas.

Es allí donde ficción y realidad se mezclan y confunden. Dónde los temibles hechos que se irán presentando en una noche lluviosa filmada magistralmente se vuelven tanto aterradores como dudosos. Y la notable banda de sonido, creada por Pablo Borghi, que colabora para crear tensión, clima y miedo en nosotros, los incautos espectadores, que no podemos dejar de mirar la pantalla. Seguramente nuestro objetivo mayor sea llegar a la verdad. La trama nos desafía a desmantelar los mismos trucos que nos propone.

El guión de la historia, escrito por Gabriel Korenfeld, contiene muchos de los tópicos básicos del thriller psicológico, pero sumados a las elecciones estéticas del director Cristian Bernard, sus acertadas puestas de cámaras y escenas, entre otras, dan como resultado final una propuesta muy atractiva.

Acompañan a Diego Peretti las actrices Julieta Cardinali como su esposa, Carla Quevedo en el papel de la mujer que interrumpe en su estadía en estado de shock, Carola Reyna y Diego Cremonesi, muy logrado en su compleja interpretación de un hombre de familia muy violento.

Quizás sea este tipo de cine de género de factura local el que nos permita volver a un concepto un poco olvidado en la vorágine de las variadas películas producidas tanto para las salas grandes como para las plataformas de streaming: el de la tradición del cine.