Eclipse

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

La decisión de Bella

Noche fría de miércoles de invierno en Villa Cabrera. Cuando gran parte del barrio cerraba sus ventanas y apagaba las luces, ellos comenzaron a llegar, de a dos o en pequeños grupos. Minuto a minuto entraron al multicine que ofreció el estreno de Eclipse, en dos funciones. Cerca de las 23, el bullicio en el hall de entrada expresaba la ansiedad apenas contenida de las fans de la saga Crepúsculo. La fila fue sumando público joven, de más edad que los “potters”. Chicas y chicos de la edad de Bella y de la que aparenta Edward (él hace 300 años que luce de 17) colmaron las salas y el triángulo amoroso se apoderó de la pantalla.

Bella (Kristen Steward) tiene el corazón partido entre la fascinación por el vampiro bueno, Edward (Robert Pattinson) y el afecto por Jacob, el chico-lobo que vive en la reserva (Taylor Lautner). Los muchachos alimentan odios y desconfianzas ancestrales, comunicadas de una generación a otra. En el medio, la joven experimenta el fuego del amor que no se consuma. De Edward la separa la muerte. En Eclipse Bella debe elegir el futuro definitivo mientras sus amigos preparan la fiesta de egresados, inocentes con respecto a la batalla que lobos y vampiros huelen en el aire, en los linderos del bosque.

Eclipse comienza con un ataque en la noche, en una calle de Seattle. La sala contiene la respiración colectiva. En la escena siguiente, Bella y Edward hablan de matrimonio en un campo de flores. Hay suspiros (en la platea) cuando la cámara dedica primerísimos planos a Robert Pattinson, más blanco que nunca, con los ojos inyectados en sangre y su dulce voz.

El director David Slade juega permanentemente con los contrastes que ofrece el libro de Stephenie Meyer. Como la historia de amor se desenvuelve sencillamente, la fuerza de la película está en el entorno violento, por momentos de thriller. Hay varios flashbacks que explican cómo era Rosalie antes de ser vampira; qué rol cumple Alice en ese clan; por qué los hombres-lobo odian tanto a los vampiros; qué hace la malvada Victoria en Seattle y cómo se reclutan novatos, los vampiros más temibles.

En Eclipse predomina el planteo extremo del amor adolescente. Bella es la heroína deseada por todos. Desvalida, sencilla con sus jeans y zapatillas, cada vez más pálida, encarna un ideal romántico, la mujer que tiene que elegir entre dos hombres capaces de matar. Hay temas universales y eternos que la autora de Crepúsculo aprovecha. Los llevan adelante, con talento desparejo, Steward, que no transmite nada; Pattinson, con sólo un modo de mostrarse helado, y Lautner, exhibiendo pectorales de luchador.

“Siempre seremos esto. Congelados”, dice Rosalie, en uno de los momentos más humanos de la película. El otro, es el de Bella, reflexionando sobre esa rara sensación permanente de ser “anormal”, de no encajar. Por eso Eclipse suena a canto de sirenas de la adolescencia perdida.