Duro de matar: un buen día para morir

Crítica de Mauro Jacobo - Cinélico

Pochoclos y metralletas

¡Volvió "Duro de Matar" con un Bruce Willis más 2.0 y se armó un despelote bárbaro! Sinceramente no entiendo las defenestraciones desmesuradas por parte de la crítica para con esta nueva entrega de las aventuras de John McClane. No es la mejor entrega de todas, estamos de acuerdo en eso, pero no me parece que haya sido irrespetuosa con el espíritu de la saga y tampoco considero que haya sido aburrida, de hecho tiene algunas secuencias de acción que realmente dejan sin oxígeno.
Al pobre Bruce Willis lo han tratado hasta de marioneta de las inescrupulosas productoras hollywoodenses, una cuestión que resulta exagerada e ingenua.
El combo ideal para un buen rato cinematográfico es trama + producción (incluidos aspectos técnicos), algo con lo que esta nueva entrega cumple en un 50% y 70% respectivamente. Teniendo en cuenta las últimas tramas casi inexistentes que se vienen proponiendo en un gran número de estrenos recientes, esta entrega a cargo del irlandés John Moore ("Tras líneas enemigas", "El vuelo del Fénix", "Max Payne") es un producto pochoclero no muy brillante, pero que en promedio logra entretener y divertir al espectador superando a otras alternativas del género. Digamos que es un 6, una calificación que roza la mediocridad pero que logra su cometido, pasa la prueba, está por encima de los productos berretas. Hay algo con lo que sí coincido con la crítica en general y es que se la ha quitado esa importante tridimensionalidad al personaje de McClane, se ha perdido un poco entre tanto artefacto visual, pero esto no es un problema de este film en particular, sino que ya en la 4ta entrega (Wiseman) se fue perdiendo. Refritar frases icónicas de la saga no basta para reconectarnos con el legendario personaje, el "yipi ka yei mother fucker" ya fue. Tiene que estar realmente presente McClane, con su personalidad arrolladora, y no sólo Bruce Willis tratando de acordarse como era el personaje que nos compró a todos en la década del '90. Otro inconveniente tuvo que ver con la elección de los villanos, que sin ser insatisfactorios, no llegaron ni cerca a tener la presencia de un Alan Rickman (Hans Gruber) o un Jeremy Irons (Simon Gruber). Los actores Sebastian Koch (Komarov) y Yuliya Sniger (Irina) componen a estos villanos contemporáneos sin mucho carisma, fríos y genéricos.
Con el tiempo solemos ponernos melancólicos y quizás en un par de años digamos: "pero si no era tan mala...". Yo le doy un "zafa raspando" y recomiendo a los incansables del cine de acción. Vértigo, buenas persecuciones y tiros al por mayor, están asegurados.