Duro de matar: un buen día para morir

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Siempre se puede empeorar

John McClane, el policía neoyorquino protagonista de la saga conocida como “Duro de matar”, que hoy va por su capítulo quinto, pertenece a ese mundo paralelo en el que los personajes se mueven transgrediendo todos los límites siempre en pos de un fin superior que todo lo justifica.

Terroristas, delincuentes, mafias... el planeta Tierra está lleno de amenazas no convencionales a las que tampoco se puede enfrentar con métodos convencionales. Los policías como McClane son duros, parecen inmunes al miedo y creen que son imprescindibles en la lucha contra el mal, aunque eso tenga un precio muy alto en lo que respecta a la vida personal.

Como se sabe, McClane ya estaba en conflicto con su esposa en el capítulo inicial, de quien finalmente se divorcia más o menos por el número tres.

En “Un buen día para morir”, John ya ni menciona a su ex esposa pero anda detrás de Jack y Lucy, los dos hijos de la pareja que ahora están bastante creciditos como para darle unos buenos dolores de cabeza. Resulta que el muchacho se ha convertido en un agente de la CIA y durante una misión en Moscú es encarcelado junto a su objetivo, un preso político poseedor de algunos secretos que interesan al gobierno de su país tanto como al de Estados Unidos.

Enterado McClane padre de esta situación, corre hacia aquella ciudad para rescatar al joven, que por supuesto, nunca se comunicó con él ni espera encontrárselo ni por casualidad por las calles de la capital rusa.

A todo esto, Lucy, la hija mayor, es ahora la única presencia femenina en la vida del veterano policía, y fiel al estilo de la familia, es quien está del otro lado del teléfono en el momento menos oportuno.

Pura acción

La película, dirigida por John Moore, consta de 97 minutos de pura acción, en los que abundan los tiroteos con armas pesadas, persecuciones automovilísticas extremadamente violentas, explosiones, incendios, palizas y ese tipo de situaciones en las que la destrucción y el caos no dan respiro.

John padre ya no se muestra compungido por su fracaso matrimonial, lo que aparenta ser una cuestión superada, sin embargo, ahora lo desvelan las responsabilidades paternas. Cree que arruinó las vidas de sus hijos al no haber estado más tiempo con ellos, piensa que haberse consagrado a su trabajo las 24 horas del día es lo que ellos nunca le van a perdonar. Algo de eso hay, pero la familia es la familia, y Jack muestra mucha vocación y coraje en sus actividades como agente de la CIA y Lucy cumple a la perfección con el papel de mujer sensata y valiente, que siempre está acompañando.

De modo que en esta aventura, el eje principal resulta ser algo así como la presentación del legado preciado del veterano héroe de acción, quizás uno de los más queridos por el público afecto al género, logrando una suerte de reivindicación familiar pese a todo. Lo que encuentra también su contrapartida en el bando adversario, en el cual Komarov, el agente ruso caído en desgracia, es acompañado en sus turbias actividades por su joven y bella hija, aunque con menos éxito que sus circunstanciales aliados.

Si bien Jai Courtney se ve cómodo en el rol del hijo y hace una buena dupla con Bruce Willis, éste es la única estrella del elenco, en el que nadie puede hacerle ni un poquito de sombra. Líder absoluto, dueño y señor de la franquicia, el actor no defrauda a sus seguidores, aunque la película no esté a la altura de sus más recordados éxitos.