Duro de cuidar 2

Crítica de Patricio Ferro - Loco x el Cine

Duro de cuidar 2 es la secuela de la película homónima del 2017, que vuelve a reunir a Ryan Reynolds y Samuel L. Jackson en una comedia de acción. Patrick Hughes vuelve a estar a cargo de la dirección, y se suman al elenco Salma Hayek, Morgan Freeman y Antonio Banderas.

En esta ocasión el guardaespaldas Michaek Bryce (Reynolds) y el asesino a sueldo Darius Kincaid (Jackson) vuelven a unirse para detener el maléfico plan de Aristotle Papdopolous (Banderas), que pone en peligro a todo el continente europeo. Y en esta ocasión se les suma la estafadora internacional Sonia Kincaid (Hayek), esposa del sicario, y mucho más impulsiva y peligrosa que él.

Lo primero que es necesario aclarar sobre esta película es que rescata el estilo de las buddy movies, películas de acción y comedia protagonizadas por una pareja que pasa de la enemistad a la complicidad después de una serie de situaciones de peligro, siendo la franquicia de Arma mortal su mejor exponente. Pero a diferencia de estas, donde uno de los dos géneros cobraba mayor importancia, acá se distribuyen en partes iguales, lo que se ve reflejado en el amontonamiento de gags y disparos de forma desordenada. Lo que no le ofrece un respiro al espectador, haciendo que por el ritmo acelerado de su montaje no alcance a prestarle atención a varios de ellos.

En las actuaciones es donde funciona bien el contraste entre la dupla protagónica, con un Ryan Reynolds estructurado y un Samuel L. Jackson impulsivo, ya que el choque de personalidades da origen a la mayor parte de los gags. Pero el problema se encuentra en Salma Hayek, cuyo excesivo histrionismo aturde al espectador, no permitiéndole explorar mejor la riqueza de su personaje, además de desaprovechar la química que tiene con Antonio Banderas.

En conclusión, Duro de cuidar 2 es una película que, al igual que su predecesora, rescata a las buddy movies. Y que, si bien tiene algunos buenos gags y escenas de acción efectivas, no terminan de funcionar por su montaje excesivamente acelerado, que aturde al espectador con su desorden.