Duro de cuidar 2

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Michael Bryce era una celebridad en el mundillo de los guardaespaldas hasta que mataron a uno de sus clientes justo después de que lo que dejara sano y salvo en el punto de destino. Marginado del servicio hasta que un complot internacional lo devolvió al ruedo, Michael (Ryan Reynolds) debió hacerse cargo de trasladar extraoficialmente al peligroso sicario Darius Kincaid (Samuel L. Jackson) ante el tribunal de La Haya para que declare contra un poderoso dictador de Europa del Este.

Lo anterior corresponde a los hechos vistos en Duro de cuidar (2017), una buddy movie clásica, hecha con partes iguales de comedia y acción, que se apoyaba principalmente en el oficio de sus protagonistas y en la chispa resultante de sus interacciones. Al igual que aquélla, su secuela parece una versión destartalada de una de James Bond, con algunos momentos de brillo cómico, pero más forzada y pensada bajo el paradigma que suele regir a este tipo de proyectos: una idea similar, pero más grande, ruidosa y espectacular, en el sentido más vacuo y pirotécnico del término.

Duro de cuidar 2 encuentra a Michael sin licencia de guardaespaldas, añorando sus tiempos de gloria y con atención terapéutica. Es en ese estado que aparecen en escena Darius y su esposa (Salma Hawek), a quien el guion le depara poco más que gritos, comportamientos histéricos y una inexplicable subtrama vinculada con la maternidad. Por ahí también figuran un agente de una agencia de seguridad internacional (Frank Grillo) y varios personajes secundarios cuya única función es engrosar el casting.

El terceto deberá unir fuerzas para detener a un malvado millonario que planea hacer colapsar Europa explotando decenas de centrales eléctricas en simultáneo. Ese villano se llama Aristotle Papdopolous y está interpretado por un Antonio Banderas que pareció haberse vestido en el guardarropa de Liberace. Hay en él una apuesta por lo caricaturesco que calza justo con esta película que, como se dijo, ensaya una maniobra expansiva que no le sienta bien. La anterior, más chica, más asumida en su carácter de clase B, era bastante mejor.