Dunkerque

Crítica de Gerald Evans - EL LADO G

Dunkirk te tumbará. Nolan tuvo –y tiene- demasiado poder como cineasta para hacer su película perfecta, su producción definitiva, la mejor película de los últimos años.

Christopher Nolan siempre dejó un escalón muy alto en todas sus películas, desde su debutante Following (1998), la atemporal Memento (2000), la extraña Insomnia (2002), el regreso del murciélago con Batman Begins (2005), la mágica Prestige (2006), el resurgimiento por todo lo alto con Batman The Dark Knight (2008) y The Dark Knight Rises (2012), el rompecabezas de Inception (2010) y la alucinante Interstellar (2014); ahora debuta en el tramado bélico e histórico con Dunkirk (2017), donde parece que ese escalón llega a un nivel insuperable, incluso para él mismo.

Al momento de contar sobre el “milagro de Dunquerke”, Nolan hace uso de narrativas ya conocidas en Inception y Memento, donde crea líneas temporales distintas para dar coherencia a la producción, en este caso una historia sobre un muelle, sobre el mar y sobre el aire; cada una con una crónica diferente, una introspección personal distinta y un mismo objetivo: rescatar las tropas británicas acorraladas en una playa por el ejército alemán, al borde del peligro y a la espera de ataques.

Desde el principio, Dunkirk sugiere una tensión implacable, ese es el trabajo de Nolan evitando el preámbulo innecesario de historias como recuerdos lejanos, desayunos familiares o las interacciones de pasillo que normalmente se utilizan para generar inmersión en los personajes. En su lugar, la película se deja caer en la acción, la tensión, el pánico y el temor de la difícil situación de cientos de miles de soldados ingleses.

A medida que la película avanza, la dirección y producción de Nolan hace que se muestren sus más grandes deseos como realizador, sin olvidar su casi obsesión por jugar con el tiempo, la banda sonora y las expresiones en los personajes que cuentan la historia: que existe una claustrofóbica guerra con soldados atrapados por el mar y la tierra, aglomerados en largas filas en un gran embarcadero de hormigón y madera esperando barcos salvavidas o una lluvia de balas o bombas que podrían caer en cualquier momento.

El multipremiado compositor y fiel a este tipo de obras, Hans Zimmer, toma un rol importante en la producción al integrar su perfecto cronómetro musical (en todo el sentido literal), donde entre compases de suspenso y tensión, pone carrera contra el tiempo a medida que transcurre el filme.

Una cosa a tener en cuenta es lo poco que el diálogo figura en la película. Nolan podría haber borrado todo de la banda sonora, excepto la partitura de Hans Zimmer, con unos cuantos entretítulos aquí y allá, y habría funcionado igual de bien. Nadie habla a menos que tengan que hacerlo, y no hay ningún discurso o melodrama en absoluto. Cada diálogo que hay, es poesía.

El conflicto hecho película narra los eventos en diferentes momentos: en tierra cientos de miles de soldados se quedaron varados en la playa por una semana. En el agua, la situación duró 24 horas, y por último, los aviones británicos sólo tenían una hora de combustible. Para unir estas diferentes versiones de la historia, se deben enlazar estos estratos temporales. De ahí surge la complicada estructura de un guion para contar una historia sencilla, pero espectacular.

En medio de un enorme cielo azul y vistas panorámicas del mar, Dunkirk presenta un retrato de brutalidad incesante que simula el caos, la confusión y la brusquedad de la guerra violenta y sangrienta hasta el punto de que harán sentir que están ahí a los asistentes de la sala de cine.

Actuaciones estelares de Tom Hardy, Mark Rylance y Fionn Whitehead (cada uno en su línea temporal) resultan impresionantes, al nivel de la misma película e imprimiendo a los personajes –dentro del poco diálogo- el carácter necesario para contar una historia sin llegar a debates personales.

Visto en su forma óptima (70mm en una pantalla IMAX), la película captura la lucha por la supervivencia con intensidad visceral. Ofrece una inmersión en momentos angustiosos con una mezcla de sonido inigualable, acompañado de la majestuosa banda sonora compuesta por Zimmer.

Nolan estuvo ansioso durante años para hacer esta película, plasmó todo lo que siempre tuvo en mente; hizo que Dunkirk fuera una producción vibrante y enérgica, pero sin salirse de las líneas de lo armónico. Dunkirk es lo que ha estado tratando de hacer con sus películas y lo sintetiza en un solo filme de manera estupenda. Es Nolan en su máximo absoluto, disfrutando de lo que hace y descartando todo lo demás con que antes innovó. Dunkirk te tumbará. Nolan tuvo –y tiene- demasiado poder como cineasta para hacer su película perfecta, su producción definitiva, la mejor película de los últimos años.

Con todo lo dicho, no hay ninguna posibilidad de que esta película no sea una de las principales contendientes en los Oscar de este año, y que seguirá sosteniendo a Christopher Nolan como creador de piezas maestras.