Dunkerque

Crítica de Francisco Nieto - CineFreaks

El milagro de la operación Dinamo

Después del desastre de la batalla de Dunkerque, la poderosa película se centra en la misión de rescate de la expedición del ejército británico. Con la colaboración heroica de la flotilla de civiles voluntarios que participaron en ella intentarán rescatar a las tropas aliadas que están rodeadas.

Desde el primer momento el espectador vive en la película y permanece en tensión todo el tiempo, sin pausa, no hay tregua en la guerra. Aún y así, no es una película de guerra en el sentido estricto, con momentos sangrientos e imágenes del combate, ya que de lo que realmente trata es de sobrevivir a la guerra. La tensión en la que sumerge al espectador está precisamente causada por esta razón, ya que continuamente se pregunta si esos muchachos sobrevivirán o morirán en el siguiente momento a causa de una bomba, o si se hundirá su barco o se estrellará su avión… o se ahogarán intentando llegar al barco que ha venido para llevarlos a casa… Es un rescate, es una retirada, ¿es una derrota? no parece una victoria, pero con los 350.000 supervivientes basta.
Delicada, medida, parece hecha a mano, sabe cómo conmocionar al espectador, sin enseñar el horror morboso de la guerra, o la oscuridad de los enemigos; sencillamente la desolación, la espera, y con el único paisaje de la playa apocalíptica. Los soldados están varados, a merced de los ataques aéreos del enemigo. Alineados en columnas sobre la arena, esperando, probablemente, la muerte. O un milagro. Lo más cruel de todo es la ironía de ver desde allí la costa de Inglaterra a sólo 26 millas a través del canal. La salvación estaba tan cerca, pero tan lejos. El film no juzga a estos muchachos por su desesperación, sino que aunque todos se protegen, celebra sus gestos de solidaridad.
El film es magnífico a un nivel solo comparable con Das Boot: El submarino (Wolfgang Petersen, 1981), e incluso consigue mantener mucho mejor el ritmo que ésta, aunque no llegue a captar el realismo del film alemán, viendo el aspecto impecable de los soldados británicos. Esta película podría definirse como el Das Boot de los aliados, y por ello debe ser considerado el film bélico de la década.

Nolan siempre sabe jugar con el tiempo, aquí también lo hace con la cronología del relato, como cuando vemos uno de los barcos que en una escena anterior ha naufragado. La estructura de la narrativa funciona con la precisión de un reloj: El rescate naval, con la heroica participación de los civiles, duró un día, si bien los soldados llevaban una semana esperando en la playa, mientras desde el cielo los spitfires británicos tenían capacidad de combustible para volar una hora. El ritmo intenso, excepcional, el trabajo artesano de la dirección de Nolan y enfatizado con el montaje de Lee Smith, hacen del film una historia épica de 100 minutos en los que el espectador está en vilo, sufriendo por y con los soldados.

La fotografía de Van Hoytema, acorde con la narrativa, refleja toda la pulcritud del relato, y nos enseña detalles, como la imagen en la que se ve la espuma del mar estremeciéndose en las playas y se aprecia la belleza dentro del pavor de la espera. Los encuadres te hacen estar al lado de los protagonistas, siendo uno más de ellos en cada momento. El logro técnico es sencillamente extraordinario, rodada completamente en formato IMAX. Especial mención al diseño de sonido, ya que se funde con la siempre fantástica banda sonora de Hans Zimmer, y envuelve al espectador sin estridencias. El sonido bombardea los oídos y también se siente en el cuerpo con un dinamismo estremecedor a medida que se oyen bombardeos y disparos en el cielo, en la tierra y en el mar. El espectador se siente empujado dentro de la historia a sobrevivir y a acompañar a esas personas normales, posiblemente sintiéndose cobardes como la gente común o puede que simplemente traumatizados por la guerra, pero héroes entre la gente común.
El reparto es impecable, pero la dirección no deja que se enfatice demasiado en las interpretaciones: no son actores haciendo de soldados, son soldados. Con pocos diálogos, sus acciones hablan por sí solas. Sus actos son heroicos, no sus discursos o sus palabras. Más que las palabras es la cámara la que habla, poniendo delante las actitudes, las expresiones faciales, las reacciones, tensiones y las miradas, lo dicen todo, por encima de las palabras. Con diálogos escuetos, ya que lo importante no es la historia de los personajes, si no su destino. El único discurso es la lectura del periódico con la noticia del desembarco.

Si hubiera un pero en esta película, sería que al centrarse en el punto de vista británico difumina el sacrificio de los soldados franceses en Dunkerque. El espectador se verá impactado por ciertas escenas como aquella en la que los ingleses quieren embarcar solo a los suyos y no a los franceses.

Es importante recordar que es un punto de vista británico, de ahí que no se pueda resistir el fervor patriótico al final. El film es ciertamente visceral. Cuando crees que has visto la última imagen del film, el director nos impacta con la última reflexión.