Dulce país

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

El racismo vuelve al centro de la escena. La película de Warwick Thornton apunta a mostrar la crueldad de los blancos sobre los negros en este western inspirado en un hecho real ocurrido en Australia en 1929. Sam Kelly es un aborigen de mediana edad, que trabaja para el predicador Fred Smith en un rancho del norte de Australia. Cuando el desagradable Harry March, ex veterano de la Primera Guerra Mundial, se instala en un rancho vecino, el predicador envía a Sam para que ayude a Harry en las tareas del rancho. La relación entre ellos se deteriora a diario hasta que Sam mata a Harry en defensa propia. Un asesinato es grave pero en este contexto despiadado lo es mucho más si lo hace un hombre de color. Sam huirá con su esposa, que fue violada por Harry y no lo confesó, y sabe que el peso de la ley lo destruirá. Thornton equivocó el modo de contar la historia. Porque lo hizo con un relato demasiado cansino, quizá para ponerse a tono con el desolador y árido paisaje, pero logró que el interés decaiga con el correr de los extensos 113 minutos del filme. Encima intentó ser creativo al incluir imágenes del futuro de la trama, a modo de insert, y lo tornó más confuso. Por el afán de correrse del cine comercial quedó muy lejos del cine de autor y demasiado cerca de otra película más sobre racismo.