Dulce país

Crítica de Luciano Mezher - Visión del cine

Las salas de cine argentino no suelen recibir estrenos de Australia, Dulce país de Warwick Thornton es una buena oportunidad para acercarse a esta filmografía, con un western apoyado en las diferencias sociales.
Esta historia verídica se ubica en 1920. Sam Kelly es un aborigen que trabaja para el predicador Fred Smith en un rancho al norte de Australia. Cuando Harry March, ex veterano de la Primera Guerra Mundial, de carácter violento y cruel, se instala en un rancho vecino, el predicador envía a Sam para que ayude a Harry en las tareas del rancho. La relación entre ellos se deteriora rápidamente, hasta que sucede algo y Sam tiene que huir.

Durante treinta minutos Thornton anticipa los hechos que van a ocurrir o vuelve a los que ocurrieron, con algunas imágenes de los eventos futuros y pasados (a través de flashforwards y flashbacks) y va escalando la tensión entre todos los personajes. Estas relaciones no sólo crean las posturas de los protagonistas sino que también recrean el estilo de vida de la época.

Gran parte del relato se basa en la persecución del Sargento Fletcher a Sam y su esposa. Los parajes del desierto y las montañas encierran a los protagonistas y demuestran claramente quiénes son los dueños de la tierra y quiénes los usurpadores. El relato termina con un juicio que intenta introducirse en este difícil contexto, planteando los conceptos de la justicia y la religión como castigo divino. Finalmente, se presenta la figura de un joven que está en el medio de todo este conflicto, sin saber de qué lado ubicarse y sin sentirse parte del lugar que habita.