Dulce de leche

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

El primer amor, el mismo dolor

Dulce de leche (2011), la nueva película del realizador Mariano Galperín (El delantal de Lili, 2004), radica en la relación amorosa que entablan dos adolescentes interpretados por Ailín Salas y Camilo Cuello Vitale.

En Dulce de leche Luis y Anita van conociéndose mientras viven un intenso romance adolescente. La vida en el pueblo es bastante abúlica y ellos la ven pasar entre besos, caricias y dulce de leche.

Galperín trabaja la película a través de una serie de códigos que quedan de manifiesto ni bien se produce el primer cruce entre los dos personajes. La química entre ambos es tan creíble y mágica que resulta imposible no creerse lo que la historia cuenta y como la actúan.

Dulce de leche funciona como una película de iniciación en la que los personajes irán creciendo a medida que el relato avance y la historia se vaya complicando, aunque siempre sin perder el humor y la ironía que le imprime la frescura de ser joven y rebelde.

El autor retrata con maestría ese mundo de cambios y conflictos, en donde el choque generacional es imposible de evitar y los adultos pasan a ser los malvados de la historia, pero siempre desde el punto de vista de los jóvenes.

Más allá de ciertos subrayados innecesarios –el fotograma final es uno de ellos-, Dulce de leche es una apuesta libre de prejuicios sobre los inicios en el amor y ese pasaje tan difícil que es convertirse en adulto. Con muy buenos resultados técnicos, narrativos y actorales se construye un fresco sobre la adolescencia de hoy desde la inocencia, el amor y el sabor del dulce de leche.