Drive

Crítica de Daniel Celina - ZonaFreak

"Nice Try!”, exclamó Quentin Tarantino cuando algún trastornado osó preguntarte qué pensaba de Drive. “Buen intento”. Pero si nos permitimos revisar las palabras para darles forma y tono concreto podríamos pensar (de hecho Zonafreak lo hace) que ese “Buen Intento” fue dicho en tono burlón, como cuando te avivás -casi sobre la línea- que están intentando engañarte, o cuando quieren venderte un buzón más grande que el ego de tu amante artista incomprendido.

Drive tiene una secuencia de créditos muy chula, con placas que recuerdan (por color y no por tipografía) a placebos yuppies onda Cocktail con Tom Cruise. Y la música ultracool de Kavinsky nos remite a Optimus Prime recitándole pelotudeces a Sam Witwicky en Transformers. Y la plana actoral contiene a Carey Mulligan, a la cual le deseamos urgente fichaje en una película cómica, o en un documental sobre la alegría de vivir ó en una porno de Bangbros.com o en CUALQUIER ELEMENTO AUDIOVISUAL en donde no tenga que volver a repetir una vez más su papel de María Magdalena silente y estilizada que siempre se calienta (un suponer) con chicos problemáticos que tienen que donar sus órganos vitales ó hermosos muchachotes que la van de raros y transgresores pero que transcurren sus noches trabajando como meros alcahuetes de la mafia más chota y peor dibujada que tenemos el lujo de recordar, haciendo trabajitos de delivery enfundados en lustrosas camperitas de palermo y conduciendo Impalas con la misma velocidad con la que Scarlett saca un disco de covers bienpensantes. No vimos ni heroísmo ni misterio en el personaje de Ryan Gosling (al cual bancamos y aplaudimos en Ides of March) y tampoco tuvimos la suerte de observar el desarrollo de su antihéroe definitivo, por que estábamos muy ocupados haciéndonos una tórrida paja con tanto planito preciosista y tanta musiquita linda. Manchamos la pantalla y todo, mirá.

De encontrar el modo de insertar globitos de historieta imaginarios en las películas que nos toca en suerte ver -y con las cuales no comulgamos en lo más mínimo- escogeríamos la escena de Drive en la que “el conductor” (es tan jodidamente cool que ni nombre tiene) desayuna tostaditas junto a "Pucherito" Mulligan y su maridito-latino-turbio-que-la-embarazó (las películas artie también se permiten los lugares comunes de cualquier tanque filonazi dirigido por Michael Bay). En determinado momento surge un bache insostenible (perdón, un silencio re-artístico, re film-noir) en el que ningún personaje habla pero todos cruzan miradas entre sí. Ahí, justo ahí hay que poner globitos de historieta. Como para que los personajes se confiesen y digan “Me aburro. Me aburro mal.”

Drive es al cine lo que Velez Sarsfield al futbol nacional, con todo el respeto que nos merecen los hinchas de Velez Sarsfield.