Drive

Crítica de Carlos Schilling - La Voz del Interior

Violencia y melancolía

Todo lo bueno que puede decirse de Drive se concentra en una sola palabra: atmósfera. Es una película melancólica y violenta al mismo tiempo y la justa combinación de ambos elementos genera esa sustancia intangible que parece desprenderse de sus imágenes como una neblina. Si alguien pudiera envasarla, debería pegar en el frasco la etiqueta "aire viciado".

No se trata sólo del guión, ni de las actuaciones, ni de la puesta en escena, ni de la fotografía, ni de la música, aunque sin dudas todo contribuye a ese tono único, tan brutal como refinado. Y si bien el director danés Nicolas Winding Refn es un manipulador virtuoso, los efectos emocionales de la película dependen menos del efectismo técnico que de la eficacia estética.

Hay una primera escena de acción, antes de los créditos, que resulta impactante y perfecta: un robo y una fuga posterior por la ciudad de Los Ángeles narrada a través de la perspectiva del conductor del auto. De alguna manera esa mirada de alguien que no está del todo afuera ni adentro de la acción define al personaje principal de Drive: un conductor impasible, transportador de criminales, doble de riesgo en Hollywood, mecánico y corredor de autos.

Vestido con una campera estampada con un escorpión en la espalda y al volante de un chevy modelo 1970, parece sacado a la vez de una novela existencialista y de un cómic. Hay algo de extranjero y de invulnerable en esa criatura que el actor Ryan Gosling compone como si fuera un ángel caído y en busca de venganza. Consigue ser sensible y despiadado en una dimensión que ninguna persona real podría alcanzar, sin embargo se las arregla para no cruzar ese límite difuso de la ficción que separa a una criatura de una caricatura.

Por más que la película le dedique la mitad de su tiempo al desarrollo de la relación entre el conductor y su vecina (una mujer joven con un hijo pequeño y el marido en la cárcel), es difícil saber qué clase de impulso mueve al protagonista desde el momento que empieza la matanza. ¿Es amor? ¿Es instinto de protección? ¿Es una simple fuga sin fin? O, como indicaría el escorpión en la campera, ¿es su misma naturaleza letal? La explicación más obvia es que la chica y el niño representan la inocencia perdida, lo que debe preservarse aun a costo de la propia vida.

En ese camino de sangre, Drive entrega varios personajes inolvidables. Los más destacados son los villanos que componen Albert Brooks y Ron Perlman, con sus respectivos grados de ambición entre el poder, el dinero y la gloria, que de algún modo explican el lugar que ocupan en la jerarquía darwiniana de la mafia.

La forma gélida con la que Winding Refn expone la violencia, incluso cuando la muestra en cámara lenta o mediante un montaje paralelo, antes que el espectáculo de la muerte, antes que obscenidad o perversión, supone una obsesiva búsqueda de belleza, allí donde supuestamente no puede haberlo, en el horror, en lo inhumano, y lo que encuentra es neblina, oscuridad, una sublime atmósfera intoxicante.