Drift

Crítica de Mex Faliero - Funcinema

CINE PARA COLOREAR

Los críticos y los festivales de cine padecen algunos prejuicios. Sobre los primeros, que recomiendan películas aburridas en las que no pasa nada y nadie entiende; sobre los segundos, que solo exhiben esas películas aburridas en las que no pasa nada y nadie entiende que recomiendan los críticos. Por lo general son generalizaciones ridículas, construcciones hechas para desoír otras voces que atentan contra un gusto prediseñado y que suele ser consensuado por la mayoría. Y hay múltiples ejemplos para desmentir todo eso. Ahora bien, hay momentos en que esos prejuicios están absolutamente justificados. La alemana Drift es un ejemplo de ese cine irrelevante que han ayudado a estandarizar muchos festivales, y que solo gana consideración a partir de críticos que aman completar los puntos sueltos que algunos realizadores dejan como símbolo y síntoma de su incapacidad para narrar. El motivo por el que algunos críticos aman cumplir ese rol snob lo desconozco o, tal vez, me reservo el derecho a pensar mal.

En Drift la directora Helena Wittmann presenta a dos mujeres de las que desconocemos el vínculo: ¿son amigas, son parientes, son amantes? Vaya uno a saber. O, en todo caso, deberíamos intuirlo a medida que avancen los minutos. Pero será imposible. Wittmann no solo aplicará el misterio a los vínculos, sino también al destino y recorrido de los personajes. Se nos dirá que no importa, puede ser… Lo que sí sabemos es que están en Europa, que una de ellas es alemana y que la otra es argentina. Luego de una introducción en la que ya se hace más que evidente la gambeta a un orden narrativo tradicional, las mujeres se separan: una vuelve a Argentina y la otra comienza una suerte de recorrido introspectivo donde el mar tendrá un protagonismo absoluto. Tanto, que en determinado momento caeremos en un trance audiovisual de planos constantes de olas. Olas de día, olas de noche, olas al atardecer y, suponemos, al amanecer. El colega Javier Luzi me dijo que son como veinte minutos seguidos de olas. Suponemos que Wittmann nos quiere decir algo. Peo lamentablemente ustedes se encuentran ante el crítico equivocado, vayan a leer a otro si desean sobre-interpretaciones, yo soy demasiado burro para estas cosas. Drift es como esos libros infantiles con siluetas para colorear. Complete usted con los colores que quiera.

Por lo general este tipo de películas construyen una suerte de coraza prepotente. Son tan esquivas a las interpretaciones, que generan un efecto adormecedor: nadie se anima a señalar lo absolutamente irrelevantes que son por miedo al qué dirán. Por eso funcionan tan bien en festivales, son películas de gueto donde el órgano más desarrollado es el ombligo. Y no se trata de tratar con desdén a un cine que apuesta puramente a lo intelectual o a lo plástico. Kiarostami hacía cine intelectual, Martel también lo hace. Pero ahí donde hay forma y concepto, hay emociones, cosas que pasan y vibran y resuenan en los personajes. Que pasan de forma diferente a como pasan en un cine más convencional, claro está, pero que están ahí para ser encontradas. Directores como Wittmann tienen tanto miedo de no saber cómo resolver los conflictos, que terminan anestesiando todo. Y dejan rastros, guiños, elementos simbólicos dispuestos a ser completados por el espectador. Pero, lamentablemente, no hay nada para completar ahí donde no hay nada.

PD: los 4 puntos son por el último plano, hermoso y plástico, que tiene cierta vibración. Pero es el último y llega demasiado tarde.