Dragon Ball Super: Super Hero

Crítica de Franco Denápole - Funcinema

ENTRE LAS NUEVAS POSIBILIDADES Y LA EXIGENCIA AUTOIMPUESTA

A partir de su revitalización, que comenzó en 2013 con el estreno en cines de Dragon Ball Z: la Batalla de los dioses, la saga originada a partir del manga de Akira Toriyama no ha parado de sacar novedades, entre las cuales se incluyen otros dos largometrajes, una nueva adaptación a la televisión que se emitió desde el 2015 al 2018 y, ahora, otra película, titulada Dragon Ball Super: Super Hero. En la excelente Dragon Ball Super: Broly, Toei, estudio encargado de la franquicia, recuperaba un famoso villano de las viejas épocas de Z y le daba una lavada de cara con un protagónico en una obra que consistía, al mejor estilo de la serie original, en una pelea dividida por etapas y que seguía un ritmo in crescendo hasta alcanzar un clímax fantástico lleno de adrenalina y velocidad. En esta nueva entrega el estudio nipón opta por tomar un camino distinto, con una historia aún más pequeña aunque menos contenida que la que se narraba en Broly: mientras Goku y Vegeta se encuentran lejos de la tierra entrenando, surge una amenaza a la que deberán hacer frente los guerreros Z sin la ayuda de la dupla protagónica.

La película se divide en dos partes: la primera es una suerte de comedia con elementos del cine de espías: Píccolo, uno de los varios villanos que se vuelven bondadosos al ser vencidos por Gokú, se infiltra en el cuartel general de la Patrulla Roja, una banda criminal mafiosa con la que el pequeño saiyajin se había enfrentado en los tiempos de Dragon Ball. Mientras tanto, cuida y entrena a la hija de Gohan, con la que tiene una relación que va a dar lugar a varias de las interacciones y momentos más interesantes y dulces del largometraje. Interesantes porque nos llevan a rincones de los que, si bien la saga no ha sido totalmente ajena, no son su atractivo principal, por lo que traen consigo un aire de renovación que es más que bienvenido. El hecho de quitar un poco la mirada de las batallas (que son el verdadero corazón del universo, no cabe duda) y compartir un poco el protagonismo que, desde los inicios de Super ha sido exclusivamente propiedad de la dupla de Goku y Vegeta, hacen que en estos primeros minutos surja un Dragon Ball que se reinventa y extiende los límites de lo que se espera que el universo sea.

Sin embargo, más hacia el final, la trama debe llegar a una resolución, regresando a las secuencias de acción, con personajes volando de acá para allá y tirándose poderes, aunque esta vez, gracias a las nuevas técnicas de animación a las que Toei se viene animando (alegremente), mucho más pulidas, detalladas, fáciles de seguir y emocionantes. Uno de los problemas principales que hacen que Super Hero no esté a la altura de Broly es cierta inconsistencia, que no responde a otra cosa que a un conflicto de intereses narrativos. Está, por un lado, esta pequeña historia de espías con el genial dúo de Piccolo y Pan, y por otro, lo que es la agenda del universo de Dragon Ball: la necesidad (siempre presente) de nuevas transformaciones; la presencia de una escala de poder que es el núcleo del ritmo narrativo de la serie y que apela de forma genial a la fantasía de poder que tanto gusta a su público (dentro del que me incluyo), pero que al mismo tiempo se vuelve un poco tirano y obliga a desviar una y otra vez la atención a nuevos colores de pelo y rediseños de personajes, elementos icónicos que simbolicen un aumento del poder.

En este caso, como consumidor de Dragon Ball, me encuentro algo confundido: por un lado disfruto de lo que la película propone en un principio, y también quiero lo que nos da al final. Pero entre las dos cosas surge un abismo que hace que el largometraje pierda consistencia. Si a esto le sumamos dos elecciones muy pobres, por un lado en el diseño de un villano y por el otro en cuanto a los tiempos de la última batalla, nos quedamos con la impresión de que Super Hero es un agregado interesante pero algo quebradizo a la franquicia.