Down para arriba

Crítica de María Laura Paz - El Espectador Avezado

Un documental tan especial como sus protagonistas: Gustavo Garzón dirige esta obra en la que él estará más que nada detrás de cámara y delante de ella, sus hijos Juan y Mariano, dos de los protagonistas.
Qué tiene de especial "Down Para Arriba" -un juego de palabras que va dando una pista-, que trata de una compañía de actores, entre ellos los hijos de Garzón, con Síndrome de Down.
Lejos de dramatizar la situación, la voz en off de Gustavo y unas diapositivas relatan cómo fue el momento en que se enteró que habían llegado a su mundo y al de su mujer, Alicia Zanca, dos personas especiales.
Su mayor preocupación era aprender la manera para comunicarse con ellos, entenderlos y que lo entendieran. Pronto comenzaron a recorrer escuelas de teatro hasta que llegaron a la conformada por Juan Laso, y que se llama Sindrama de Down.
Él es un tipo con toda la paciencia y el cariño del mundo, con una vocación que le sale por los poros y que hace que estos jóvenes y adultos jóvenes puedan crecer como personas en una ocupación que los incluye y que es hasta un servicio a la comunidad.
Más allá de mostrar la evolución de un proyecto teatral y la filmación de un corto, el espectador se introducirá en lo que representa para la persona con el Síndrome de Down el mundo en el que se mueve.
Un poco actuando, un poco dejando de lado sus personajes, tanto Juan como María Fux, una de las inspiradoras de la terapia a través de la danza y el teatro y Belén Cervantes López, van llevando a la troupe a que se abra y cuente a viva voz sus sentimientos, hablar de actualidad e interesarse hasta por los temas del medio ambiente.
Las escentas transcurrirán en unn principio en la escuela Onírico del barrio de Palermo hasta que todo esté listo para las jornadas de filmación en la granja de Juan donde habrá momentos para el relax, el trabajo de campo, y... el objetivo final, el rodaje.
Inocencia, ternura, humor y berrinches que deben ser descubiertos a tiempo en esta peli que dura 70 minutos, que no es un blockbuster pero que vale la pena darle el valor que se merece por su humanidad, porque es esperanzadora.
Y más, porque tiende puentes en este presente tan lleno de efectos especiales y muchas veces vacío de afectos, con la otra orilla que se enorgullece de ser "anormal" como cantan con la banda Sin Repuesto. Se estrena en el Gaumont y esperemos que llegue a tocar muchos corazones con el testimonio de la familia Garzón.