Doubles vies

Crítica de Laura Brosio - Las 1001 Películas

El tedio por encima de todo.

Esta comedia dirigida por el francés Olivier Assayas, ambientada en el mundo intelectual parisino, aborda como tema central la influencia, en los tiempos que corren, de la tecnología en la cultura, más específicamente en la edición literaria y en nuestras relaciones personales.

Alain (Guillaume Canet) es el director de una editorial y Leonard (Vincent Macaigne), un escritor cuyos libros publicó la editorial de Alain. En esta oportunidad, Alain le comunica a Leonard que no va a publicar el manuscrito de su última novela. En tanto, Selena (Juliette Binoche), esposa de Alain —que es actriz— está viviendo una aventura con Leonard e intenta convencer a su marido de que la publique. Alain se plantea incursionar en la edición digital, para lo cual contrata a Laure (Christa Théret), con quien mantendrá un romance.

Assayas estructura la película como una sucesión interminable de encuentros entre sus personajes, quienes se sientan alrededor de una mesa para reflexionar y debatir sobre los hábitos de consumo culturales en la era tecnológica actual. Así, asistimos a extensas y tediosas tertulias que terminan abrumando o directamente asfixiando al espectador. Los personajes, profesionales de éxito en el campo de la cultura que están en la mediana edad, hablan de sus libros, de series, de películas y del impacto que tienen en ellos las redes sociales, los e-books, los audiolibros, los smartphones. Otro tópico que se trata en el film es el de la relación entre lo público y lo privado, entre la realidad y la ficción, a partir de las novelas que escribe Leonard en las cuales se dedica a ventilar las historias de sus romances.

De esta manera, en Doubles vies todo se reduce a hablar, hablar y hablar sin cesar. Los diálogos no aportan nada nuevo en materia del fenómeno digital. Son conversaciones inverosímiles, artificiales, bastante obvias, con contenidos perimidos, más tratándose de supuestos intelectuales. El guion, del propio Assayas, parece improvisado, ya que le falta profundidad, elaboración. En algunos tramos, se busca compensar esos segmentos soporíferos con pasos de comedia que no acaban siendo del todo eficaces. Así, la película comete el peor de los pecados que se puede cometer en el cine: ser extremadamente aburrida. Al filme sólo lo salva un reparto parejo, compacto, que trata de hacer lo que puede con un material que se pretende trascendente pero no lo es en absoluto. Una decepción total teniendo en cuenta los pergaminos del director y los grandes actores involucrados.