Dos vidas

Crítica de Marcelo Cafferata - Revoleando Butacas

Vale la pena, para disfrutar plenamente "Dos Vidas", hacer un poco de foco en la historia: en 1935, en la Alemania nazi empezó a funcionar el programa Lebensborn, básicamente orientado a mantener la raza aria.
Los niños que fueron fruto de relaciones de los soldados alemanes con mujeres noruegas durante la ocupación nazi en ese país, fueron acogidas en este proyecto que daba la oportunidad a esas madres solteras de dar a luz a sus niños en los centros de acogida, luego de lo cual el Estado quedaba a cargo del cuidado de ambos.

Aquellos niños 'aprobados' eran enviados a los refugios de distribución donde se los sometía a un programa de 'germanización inicial': falsificaron completamente sus documentos, que indicaban que eran "huérfanos"y les dieron, obviamente, nuevos nombres alemanes.
Luego de unos tres o cuatro meses, entregaban al niño a una familia adoptiva y se mantenía en secreto su verdadera identidad.
Pero finalizada la guerra, estos niños pasaron a denominarse “hijos de la vergüenza”, y en la Alemania dividida por el muro, la STASI se encargó de regular entradas y salidas con lo cual, cientos de niños desconocen sus orígenes y les fue imposible reconstruir los lazos con su pasado y recomponer su identidad.

Katrine (un preciso y atrapante trabajo de Juliane Köhler) vive una vida feliz en Noruega, junto a su esposo, su hija y su nieto y por un breve lapso, también se agregará la convivencia con su propia madre a la dinámica familiar para cuidar de su bisnieto (con la aparición nuevamente en la pantalla del ícono del cine de Ingmar Berman, Liv Ullmann en otra sólida composición).
El equilibrio se quiebra cuando aparezca un abogado alemán (Ken Duken) solicitando que su madre participe como testigo en contra del estado noruego en un juicio a favor de estos niños victimas del Lebensborn. Pero para Katrine que ese pasado salga a la luz, traerá más de una implicancia y las contradicciones, las mentiras y la traición irán saliendo poco a poco a la luz.

El director Georg Maas (con experiencia previa en el documental) y la directora Judith Kaufmann (una gran directora de fotografía de reconocidísimas películas del cine alemán actual) conjugan una historia que mezcla un potente hecho histórico de una fuerte carga dramática con una estructura de thriller que se ve inteligentemente potenciada por el estilo narrativo que eligen los directores para estructurar el relato muy cercano a otras grandes películas alemanas como "La vida de los Otros" "Bárbara" y en otro tono, la comedia "Good Bye, Lenin".

La estructura de narración clásica de "Dos vidas" se ve constantemente interrumpida por potentes flashbacks que a manera de piezas de un gran rompecabezas, van ayudando al espectador a reconstruir la verdadera historia, escondida tras las apariencias, tapando el dolor, la desolación y las trampas del sistema.
Cada uno de esos fragmentos va aportando una nueva pista y en cada uno de ellos se devela un elemento trascendente de la historia hasta que llegando hacia el final ese rompecabezas empieza a tener sentido con todas las piezas en su lugar.

Más allá de que los directores sobre el final, eligen cerrar la historia de una forma más simple y convencional, y que además, tratándose de una película basada en hechos reales aparecen en el cierre los textos explicando las derivaciones de la historia años después (lo cual hace perder la tensión dramática que se venía elaborando previamente) la fuerza de una gran historia, potenciada por las impecables actuaciones de Juliane Köhler (de una filmografía casi desconocida en nuestro país) y el aplaudido regreso de Liv Ullmann a la pantalla grande, hacen de "Dos Vidas" un film inteligente, valiente en su revisión de la historia reciente con el adicional de saber imprimirle un ritmo de thriller que suma tensión y atrapa doblemente.