Dos tipos peligrosos

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Con una ambientación en Los Ángeles de los años ’70, Shane Black retoma la tradición del “cine buddy” que ayudó a consolidar con su guión de Arma mortal (1987); lo hace con un twist paródico, menos saña y más dosis de comedia. El film arranca con un choque de personalidades: el detective Holland Marsh (Ryan Gosling) busca a una chica, Amelia, vinculada al asesinato de la actriz porno Misty Mountain, mientras el detective Jackson Healey (Russell Crowe) trabaja para que nadie la encuentre. Del choque, Marsh sale con un brazo enyesado, y el hecho signa una faceta bufonesca hasta ahora desconocida de Gosling. Como en toda historia pulp, hay algo más organizado y fuerte por encima del crimen y la desaparición, que demanda la alianza de los rivales. Luego, el film cae en lo previsible: persecuciones, explosiones y puñetazos de Crowe en una disco con música ídem. Pero Black mueve un par de hilos con gran pericia. El clima de época recicla clichés con gusto. Hay citas a The Death of a Chinese Bookie, de Cassavetes, y cuando una actriz reaparece con batido afro, Marsh se sorprende como si viviera en 2016. Otro crédito son las acertadas escenas slapstick de Gosling, y la inclusión de Rice como la astuta hija de Marsh. Esas ocurrencias compensan las falencias de un reciclado género.