Dos tipos peligrosos

Crítica de Emiliano Andrés Cappiello - Cinemarama

Buenos muchachos

Acá dicen que son peligrosos, pero en realidad son macanudos. The Nice Guys, en su título original, es el regreso de Shane Black tras su breve paso por Marvel con Iron Man 3 (2013). Black fue el guionista de clásicos del buddy-cop como las Arma Mortal (1987) o El último Boy Scout (1991), y director de Kiss Kiss Bang Bang (2005), una de las mejores del género. Russell Crowe y Ryan Gosling son ahora los compañeros dispares, y no es poco mérito lo que Black logra con ambos. Crowe es Jackson Healy, el serio de la dupla, un fixer (alguien que te “arregla” inconvenientes), enorme, bruto y algo chandleriano (de Raymond, no el de Friends) que arrasa como búfalo con cada problema. Pero la sorpresa es Gosling, que vuelve a demostrar que es un gran comediante (como ya se veía en Loco y estúpido amor) con la que fácilmente es la mejor interpretación de su carrera. Su Holland March, detective torpe, frágil y bastante perdedor, resulta una excelente oportunidad para el despliegue de sus capacidades para el humor físico. La escena en el baño con cigarrillo y arma o el intento de acceder a un local rompiendo una puerta son gags perfectos, con un timing imposible de planificar, pura naturalidad y coordinación. La química entre ambos protagónicos es innegable, sus diálogos y miradas siempre en el momento preciso. El segundo gran descubrimiento es Angourie Rice, que interpreta a la hija del personaje de Gosling, Holly. Como una buddy más, Holly se entromete en la aventura a pesar de los deseos del padre, a fuerza de sed de aventura. El verdadero cerebro de la banda y dotada de mucho carisma, Rice es uno de esos descubrimientos que auguran grandes carreras, un talento fresco lleno de posibilidades.

Al comienzo, en una secuencia inicial que ubica temporal y espacialmente el film y plantea todo su ambiente, un auto atraviesa un hogar violentamente. Así como bestia cae la trama y así avanza toda la película, a los tumbos atravesando asesinatos, tiroteos y tramoyas políticas. Entre el noir (con esa trama de polución ambiental que recuerda a Chinatown) y el absurdo, las muertes y desapariciones que unen a los protagonistas son un mcguffin consciente que Black no intenta ocultar, una excusa para sus escenarios y situaciones. La ambientación de Los Ángeles en los 70s, cada evento y cada esquina, es aprovechada y lograda como pocas veces (y no vengan con ese bodrio célebre de Inherent Vice). La escena de la demostración pacífica, con activistas fingiendo estar muertos con máscaras de gas, es un gran ejemplo de cómo agarrar una escena necesaria narrativamente (la búsqueda de información) y aprovechar un elemento del universo del film (los activistas) para desarrollarla en una situación que además de útil sea inmersiva y humorística.

The Nice Guys es una fiesta para Black, cada secuencia un mundo para explorar y una nueva manera de jugar. Si Black, al que claramente le cuesta conseguir filmar, vuelve sobre su tema habitual, no es por repetición o run for cover sino por goce. Su tercer largometraje como director es una película que construye su mundo con devoción para compartir su fascinación con nosotros y entretener, la celebración absoluta de una pasión y un delicioso pedazo de pastel.