Dos pavos en apuros

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Es una pavada que se las trae

Es divertida, aunque no hilarante, con un planteo original. Rescata el valor de reunir a los afectos.

Es tradición, en los Estados Unidos, que las festividades que reúnen a la familia, ganen el clímax al momento de rebanar un pavo.

De esto tiene clara consciencia Reggie, el único miembro de la pavada que se niega a comer maíz para evitar ser engordado.

Incomprendido por su entorno, siempre hambriento y anhelante de ser agarrado de las patas y llevado “al paraíso de los pavos”.

El Día de Acción de Gracias se avecina, y Reggie insiste en alertar a sus congéneres. Y tanto es el rechazo que genera que, de entrada, los demás pavos lo expulsan para que lo sacrifiquen.

Para bien el héroe, otra tradición dentro de la festividad, le permite a Reggie convertirse en “el pavo indultado” e ir a convivir con el mismísimo presidente de los Estados Unidos.

Pero cuando Reggie cree que comenzará para él una vida de lujos y placeres, otro miembro de su especie, más fortachón y poco cuerdo, lo embarca en una misión: cambiar la tradición de comer pavo en esa fecha.

Sin la espectacularidad visual de Horton y el mundo de los quién, película que dio renombre al director de Dos pavos en apuros, el realizador desarrolla un relato lleno de gracia y con algún mensaje respecto del valor de reunirse con los afectos, sin importar lo que se sirva en la mesa.

Es una película que reparte gags para todos, sin desatender la historia del héroe y el infaltable cuento de amor.