Dos noches hasta mañana

Crítica de Fernando López - La Nación

Dos noches hasta mañana: encuentro en Lituania

Marie-Josée Croze, la actriz canadiense premiada en Cannes 2003 por su trabajo en Las invasiones bárbaras, es la protagonista y uno de los puntales -el otro es Mikko Nousiainen- de esta producción lituano-finlandesa.

Ella es una arquitecta francesa que ha llegado a Vilna, capital de Lituania, para reciclar, con un criterio más acorde a las necesidades de los usuarios de hoy, los espacios comunes de un prestigioso hotel de la ciudad. A poco de llegar, su mirada se cruza con la de un desconocido algo más joven, con quien no tarda en intercambiar algunas palabras. Pocas, porque ella dice no hablar inglés y no hay aparentemente otra lengua en común con el muchacho. Sabremos después que tal engaño no es sino una primera barrera que ella levanta para proteger su intimidad, y sabremos también que será otro lenguaje, el de los cuerpos, el que tenderá el puente que las circunstancias favorecen. Un volcán en erupción con su lluvia de cenizas interrumpe el tránsito aéreo. No habrá vuelos, ni el de regreso a París que ella espera ni el que debería llevar a Dubai al muchacho, que es DJ y tiene allí un contrato que cumplir. La emergencia los obligará a compartir la misma habitación. Y permitirá al joven cineasta finlandés Miko Kuparien exhibir no sólo la delicadeza con que es capaz de describir el encuentro, sino también la que emplea para observar las pequeñas diferencias que irán destapándose a medida que la convivencia se prolonga.