Dormir al sol

Crítica de María Victoria Vázquez - El Espectador Avezado

Dos hombres enamorados de mujeres enfermas son capaces de apelar a recursos extremos para salvarlas. Lamentablemente las intenciones de uno no son tan nobles como las del otro. Y la pregunta que subyace es si vale la pena cambiar al ser amado, para que encaje con lo que se espera de él.
Dormir al sol es la nueva película de Alejandro Chomski, basada en la novela homónima de Adolfo Bioy Casares, que él mismo adaptó.
Bioy Casares es un escritor de literatura fantástica, y a menudo escribe sobre las dificultades de las relaciones entre las personas, mediante narraciones de ese género. ¿Por qué aclaro esto? Primero, porque me cuesta entender por qué es un escritor cuyos textos han sido adaptados al cine tantas veces, a mí no me parece muy cinematográfica su literatura. Segundo, para que el lector sepa, antes de ver la película, que el relato que va a ver es fantasioso. A mucha gente no le gusta eso, por eso creo que es importante que lo sepa de antemano.
En el Buenos Aires de los años ’50, Lucio Bordenave (Luis Machin), un exempleado bancario devenido en relojero, está casado con Diana (Esther Goris). Ella sufre “de los nervios” (por la descripción que le hace al médico de sus síntomas, hoy le pondrían el cartelito de bipolar, medicación, y a otra cosa), tiene una relación amable pero distante con su marido, y está obsesionada con la escuela para perros del doctor Standle (Enrique Piñeyro).
Aparentemente preocupado por la salud de Diana, Standle le propone a Lucio que la interne en la clínica de un conocido suyo, el Dr. Samaniego (Carlos Belloso), un lugar que no sería un psiquiátrico, pero donde, promete, van a curarla. Lucio duda, pero finalmente se decide, y la interna.
Las cosas empiezan a verse sospechosas cuando le niegan las visitas, y sobre todo cuando, en un intento de espionaje del lugar, Lucio ve que de allí se escapa un perro. Pero las preguntas abundan cuando le “devuelven” a una Diana curada, pero con costumbres y gustos totalmente distintos a los anteriores, y la foto de una extraña atesorada entre sus pertenencias.
A partir de allí, y de los constantes cuestionamientos de Lucio, el Dr. Samaniego le explicará, orgulloso, el procedimiento que él descubrió para ayudar a la gente con “almas atormentadas”. Tras semejante revelación, terminará él también pasando una temporada allí encerrado, y algo más.
La adaptación es muy correcta, pero tal vez eso sea el factor que le juega en contra a la película, ya que la atmósfera termina siendo bastante claustrofóbica. En parte por la limitación de escenarios de la narración, y también por la imposibilidad de jugar con los exteriores, ya que no es fácil encontrar grandes espacios urbanos que se mantengan exactamente como en los ’50. Así, lo vemos a Lucio pasar frente a las mismas tres casas una y otra vez, y los planos exteriores son bien cerrados (como para que no se vea que la casa de al lado de la filmada tal vez ya es un chalet setentoso).
La filmación es prolija, así como las actuaciones, aunque, con la salvedad de Machin, no se destaca ninguna particularmente. Completan el elenco varios personajes secundarios, como la resentida hermana de Diana (Florencia Peña), y la señora que atiende en la casa de los Bordenave, Ceferina (Vilma Ferrán). Y también están los perritos, en especial el que aparece al principio, de la misma raza que el de El artista.
La ambientación de época (excepto las letras de la escuela de perros, que dudo que existieran en esa época) está muy bien cuidada, tanto en las escenografías como en el vestuario.
El defecto pasa por la historia. Al igual que Lucio pasando por el mismo lugar tantas veces, el relato también parece pivotar siempre sobre el mismo eje. Hay un esbozo de apertura con la discusión con la hermana, que tal vez nos abriría un poco el panorama para entender el pasado, y actual presente, de Diana, pero tampoco se profundiza. No llega a atrapar. No aburre, la película es corta, pero no fascina. Si alguna vez te pareció que tu perro se expresaba casi como una persona, fijate de nuevo. cosas extrañas parecen estar sucediendo en Buenos Aires.