Dora y la ciudad perdida

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Aventura ATP

Nickelodeon sigue expandiendo su avanzada en el cine, ahora autorizando y monitoreando la adaptación de Dora la exploradora en: Dora y la ciudad perdida (Dora and the Lost City of Gold, 2019), un live action protagonizado por Isabela Moner (Familia al instante), quien con solo cortarse el pelo ha logrado un parecido asombroso con la pequeña buscadora de tesoros que por años ha mantenido viva la cultura latina en los Estados Unidos para el público infantil.

Con el spanglish como lengua, y la recuperación de lo lúdico como esquema narrativo, James Bobin (Alicia a Través del Espejo, Los Muppets) avanza en el universo que emula a Indiana Jones en menor escala, y que mezcla entretenimiento, enseñanza y fábulas, con moralejas incluidas y lecciones de español para el público angloparlante.

Aquí Dora es una niña que mantiene vivo diariamente su espíritu de aventuras, y a punto de ingresar a la adolescencia, ese temperamento comienza a jugarle en contra porque al igual que en la serie animada la niña acompaña todo con canciones, positivismo y buen humor. Comienza a contrastar con los primeros romances, cambios corporales, y otras cuestiones, que son mal vistos por sus compañeros de clase, completamente en otra sintonía.

A pesar de esto, y pidiéndole consejos a su abuela (Adriana Barraza) y chocando con su primo Diego (Jeffrey Wahlberg), se verá envuelta en la búsqueda de sus padres (Eva Longoria y Michael Peña), quienes hace tiempo la dejaron para encontrar una ciudad perdida de oro. Víctimas de una misteriosa organización que desea desentrañar ese lugar plagado de tesoros, Dora deberá lidiar con obstáculos impensados y con la realidad de necesitar de los demás, aunque ella cree que puede con todo sola para atravesar la épica odisea en la que se ve envuelta.

Dora es la heroína de una historia narrada con una progresión dramática simple y clara, donde el bando de los buenos versus el de los malos medirán fuerzas para construir una línea en la que, como protagonista y héroe, todo comienza a desembocar en un lógico triunfo de aquellos que hacen lo que su corazón dicta.

El despliegue técnico y de escenarios con el que James Bobin construye la aventura, no tiene nada que envidiarle a las grandes superproducciones de antaño, en donde la selva estimulaba sentidos permitiendo que una flor gigante, por ejemplo, sea objeto letal si se la roza, o que extrañas criaturas amenacen el bienestar de los protagonistas.

Dora y la ciudad perdida es ideal para aquellos que quieren pasar un momento entretenido en familia, haciendo delirar a los fanáticos de Dora, quienes podrán disfrutar de música, canciones y moralejas, a medida que la niña avance en el proceso de recuperación de sus padres. Aquellos que busquen originalidad en la transposición deberán esperar a la función siguiente o, al menos, a una nueva aventura en medio de la nada.