Dora y la ciudad perdida

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Tarde o temprano Dora, la exploradora, una de las series animadas más exitosas de Nickelodeon, iba a tener una adaptación cinematográfica con actores de carne y hueso. Pero Dora y la ciudad perdida toma cierto riesgo, porque no se limita a llevar a la pantalla grande otra más de las aventuras de la niñita, sino que es una suerte de secuela del programa de televisión: ahora Dora y su primo Diego son adolescentes y enfrentan algunos de los problemas típicos de la edad, como la aceptación social.

Cierto es que además de una sabelotodo un poco insufrible, esta Dora juvenil (la peruano-estadounidense Isabela Moner) es bastante aniñada. Pero ya no está en su hábitat: los padres la mandan desde su hogar en la selva peruana a Los Ángeles para que vaya a la escuela junto a su primo, al que no ve desde hace diez años. En esta nueva jungla, Dora conocerá a la fauna humana y descubrirá que entre sus múltiples habilidades no se cuenta la de ser popular.

Por suerte para ella, la acción se trasladará de nuevo a la selva, donde deberá rescatar a sus padres junto a algunos de sus nuevos compañeros del secundario. La magia de los efectos especiales integra a las peripecias al mono Boots, la mascota de Dora, y a un zorro malicioso.

Así, este Indiana Jones para chicos cumple con su cometido: mantener el espíritu didáctico y entretenido de la serie. Con chistes básicos pero efectivos y el suficiente desparpajo como para nunca tomarse demasiado en serio el producto. Y saliéndose de libreto en alguna escena, como un pasaje lisérgico que combina a los actores con los dibujitos.