Donde se esconde el diablo

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

El Anticristo vive en una aldea y usa pollera

El terror se instala en una comunidad amish en la que cinco jovencitas a punto de cumplir dieciocho años arrastran una maldición entre los lugareños. Las vidas de todos corren peligro y las muertes se suceden sin suspenso ni impacto.

Los habitantes de una aldea anclada en el tiempo y alejada de las costumbres de la vida moderna esconden secretos y una maldición que se arrastra desde hace dieciocho años. Donde se esconde el diablo es la película del danés de Christian E. Christiansen que muestra una posible posesión satánica en La Nueva Belén, la comunidad amish liderada por un oscuro y siniestro pastor -Colm Meaney-, el mismo escenario que alguna vez impactó con Testigo en peligro.

La trama se centra en seis niñas que nacen al mismo tiempo e instalan una maldición que hace peligrar las vidas de los lugareños. A punto de cumplir dieciocho años, las cinco jovencitas -una muere en manos de su madre- van desapareciendo porque una figura diabólica comienza a cazarlas. El Mal se quiere instalar nuevamente en la Tierra pero sin el suspenso ni las muertes impactantes que tuvieron clásicos como La Profecía o El Exorcista.

A pesar del interesante planteo, el film no esconde su intención sobre el choque de culturas -el chico lindo, hijo del sheriff, salva a la protagonista de morir ahogada- pero el tono deliberadamente ingenuo le quita credibilidad a muchas de las escenas, acercando a la atormentada Mary -Alycia Debnam Carey- y a su familia al estilo de vida de los recordados Ingalls -el padre encarnado por Rufus Sewell, la estricta madre adoptiva y una hija que pide permiso hasta para ir al baño-.

El resto traerá a un sheriff que investiga las muertes y a chicas de vestidos largos perseguidas sin descanso por un asesino que viste de negro y lleva una daga en sus manos. El suspenso se mantiene a medias y para sumar maldad se cargan abusos sobre el pastor y la comunidad que castiga los pecados mientras va cavando sus propias tumbas.

Las apariencas engañosas y los poderes desatados la acercan a productos ochentosos ya conocidos por el público pero sin llegar a inquietar al espectador.